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sábado, 18 de mayo de 2024 | Última actualización: 03:08

Renacer

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Juan Teodoro Vidal. Químico. 

A lo largo del año se suceden celebraciones cristianas que ponen de manifiesto el ciclo de la vida. De una forma muy plástica nos recuerdan y ejemplifican los acontecimientos vitales que nos suceden a todos entre el principio y el final de nuestra personal historia. La Navidad celebra el nacimiento de Jesús, la Semana Santa su muerte (más bien su tortura y asesinato), y entre las dos se conmemoran diversos hitos, escenificando la cósmica y eterna batalla entre el amor y la muerte, entre el bien y el mal, que van calando en la conciencia popular, predicando con el ejemplo.

Es la Pascua la que desde el punto de vista antropológico aporta una variante increíblemente fértil: la de la resurrección, que yo asimilo a un renacimiento, a  un volver a empezar. La fiesta se celebra el primer domingo después de la primera Luna llena, tras el equinoccio de primavera, por lo que también es llamada Pascua Florida. Su posición estratégica en el calendario anual, asegura coincidencia con la etapa del mismo en que la Naturaleza explota en verde, llena los campos y jardines de flores, brotan los cultivos, los árboles se visten con las mejores galas y se pueblan de pequeños seres alados que nos alegran con sus cánticos. Es una revolución anual en que todo resurge y renace.

Y este símbolo natural de la primavera, patente y teatral entorno de la Pascua, es ejemplo de otros muchos renacimientos que ocurren en la vida. Porque todos hemos tenido alguna grave enfermedad; o alguna triste decepción amorosa; o algún penoso revés laboral; o algún severo problema financiero; o alguna dolorosa rotura familiar... O todo a la vez. Cuando eso ocurre podríamos creer que el mundo se acaba, que nada vale ya la pena, que es el final. Y sin embargo, la experiencia nos enseña que de (casi) todo se sale. Con más cicatrices, pero se sale. El mismo instinto de supervivencia hace que encontremos el camino. Cuando por fin descubrimos que de verdad se puede, y ponemos los medios, recuperamos la normalidad y el equilibrio. Y a fuerza de golpes aprendemos a superarnos. Vemos una vez más que no hay que dejarse caer por la pendiente del abandono y la desesperanza.

De las fiestas cristianas es la de la Pascua la que siempre he vivido con más entusiasmo, con la ilusión de renacer, de regenerar mi cuerpo y espíritu, de volver a la vida plena tras una etapa difícil. Se trata de una simbología que es útil también para alguien que no sea religioso. Las personas aprenden con el ejemplo y con la práctica. La fiesta de la Pascua nos da un ejemplo y pautas a seguir: tener suficiente fe para no rendirse nunca, adoptar una actitud expectante frente a la vida, mantener la capacidad de sorpresa ante un nuevo acontecimiento que nos cambia el rumbo una vez más y finalmente, celebrar, por todo lo alto la buena nueva.

Felices Pascuas.