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sábado, 18 de mayo de 2024 | Última actualización: 03:08

La Jefatura del Estado

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

En Europa, actualmente, hay siete Monarquías Parlamentarias (Reino Unido, Bélgica, Países Bajos, España, Suecia, Dinamarca y Noruega) y cuatro países con Instituciones semejantes como son el Gran Ducado de Luxemburgo y los Principados de Mónaco, Liechtenstein y Andorra.

La primera impresión que se desprende al ver la lista completa, es que se trata de países prósperos y estables de donde se podría alcanzar la lógica conclusión de que las Monarquías propician la riqueza y la estabilidad. Y sin duda ello es cierto.

Pero al argumento se le puede dar la vuelta y pensar que las Monarquías requieren como condición previa para su subsistencia, equilibrio y estabilidad puesto que si un país pierde su estabilidad, difícilmente la Institución Monárquica va a poder devolvérsela ya que, frente a lo que ocurre con las Repúblicas, las Monarquías no están dotadas de mecanismos que le faciliten su  participación en la vida política.

¿Cuáles son esos mecanismos? Principalmente es uno: el carácter hereditario de las Monarquías hace que, por definición éstas tengan vocación de permanencia, lo que fuerza a los Reyes a mantenerse al margen de las refriegas políticas siendo sumamente cuidadosos con su neutralidad entre los partidos políticos, frente a las tensiones regionales y las disensiones institucionales.

Con frecuencia los españoles pensamos, ¿Por qué la Corona no pone un poco de orden en tanta turbulencia como hay en nuestro país?, ¿Por qué no despeja las tentaciones centrífugas  de Cataluña y el País Vasco?, ¿Por qué no acaba con el desprestigio de los partidos, con la corrupción, con la financiación irregular? Simplemente, porque no puede. La primera lección que cada Rey debió aprender de sus mayores es la misma que Franco enseñaba a sus Ministros “Haga como yo: no se meta en política”. Alfonso XIII empezó a perder el trono cuando quiso presidir los Consejos de Ministros y Juan Carlos I aprendió bien la lección.

Pero al hacerlo, España que está muy necesitada de una Jefatura del Estado ya que el nivel inferior –el Gobierno- está con demasiada frecuencia desorientado, se encuentra con la Primera Institución atada de pies y manos y por tanto, inoperante.

La Corona, al margen de sus propios errores que últimamente no han sido pocos, tiene muchas razones para estar molesta con la clase política ya que ésta crea tales turbulencias que no solo está llevando al país al caos sino que pone en entredicho a la Primera Institución fragilizándola adicionalmente. Imagino el sentimiento con que nuestro Rey debe mirar a los restantes monarcas europeos que, al frente de países estables, apenas tienen más quehacer que ponerse a la cabeza de la manifestación.

En las Repúblicas, los Jefes de Estado pueden y deben implicarse, pueden y deben hacer política, ya se trate de Presidentes ejecutivos –como en Estados Unidos o Francia- o representativos, como en Alemania o Italia.

Si España no recupera pronto su estabilidad política, va a resultar evidente que, o se da mayores poderes al Monarca –lo que a medio o largo plazo lo pondría en apuros- o los españoles vamos a notar que necesitamos una Jefatura del Estado diferente, que se implique, que esté dispuesta a entrar en política porque sabe, como lo sabe todo Presidente de República que, en todo caso, en unos años, va a cambiar de trabajo y no está atenazado por compromisos dinásticos. Repito: solo un país estable puede permitirse el lujo de tener una Monarquía. Los demás necesitan una República que cambie de titular si las circunstancias lo requieren. Lo cual no excluye que muchos y grandes países del mundo hayan optado por una estabilidad republicana.

La conclusión no va a ser, como ustedes puedan empezar a sospechar que vayamos a una República, sino casi la contraria: estabilicemos de una vez el país, reforcemos la Primera Institución del Estado, demos más espacio político al Rey que bien supo utilizarlo el 23-F y ello por el bien de España en general y de sus Instituciones en particular.