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jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 13:21

¿A la cuarta va la vencida?

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

En el mundo diplomático circula una anécdota que es aplicable a todos los campos en que existe un esfuerzo de predicción y diagnóstico ya sea político, empresarial o clínico.

Había, por lo visto, un Embajador afamado por su infalible ojo clínico. Parece ser que durante años nunca se equivocó en sus previsiones acerca de los países en que se encontraba destinado.

Pasado el tiempo se desveló la clave de sus aciertos. El Embajador cursaba al Ministerio un telegrama prediciendo que en los meses siguientes el escenario político del país de sede evolucionaria en un sentido determinado. Semanas después mostraría en un segundo informe, un escenario contrario. Finalmente, cuando la crisis estallaba en uno de los dos sentidos, el astuto diplomático enviaba el cable definitivo sentenciando "Como ya indiqué a VE (mi telegrama número X), la crisis del país ha dado la victoria al partido Y".

Recordaba esta anécdota cuando en los pasados días, la casi totalidad de los periodistas, los tertulianos y los encuestadores han afirmado que ya habían previsto el fracaso de los pactos y la inevitabilidad de las nuevas elecciones, las cuartas en cuatro años.

Es evidente que muchos de ellos mienten y que casi todos se quieren pasar de listos... innecesariamente. Porque muchos de los analistas apostaron por la repetición de elecciones y por lo contrario y porque lo importante no es haber acertado o errado sino el hecho de que nuestros políticos han sido incapaces de alcanzar un acuerdo triunfador y ello nos ha abocado a la disolución de las Cortes el próximo día 23 y a unas nuevas elecciones el 10 de Noviembre.

El espectáculo dado por nuestros políticos ha sido lamentable, en especial por parte de quien tenía la mayor responsabilidad en la formación de un nuevo ejecutivo como es Pedro Sánchez, a fin de cuentas vencedor (por pelos)  en las últimas elecciones y Presidente en funciones.

Alguna vez les dije que votar es un ejercicio democrático bello y placentero. Debí añadir que lo sería mucho más si se tratara también de un ejercicio gratuito. Pero no lo es. Nos cuesta alrededor de 150 millones de euros cada vez, que podrían servirnos para cubrir otras necesidades muy urgentes.

Sánchez no fue lógico en sus negociaciones. No es sensato haber pactado con su socio preferente, Unidas Podemos, en diversas Autonomías (Valencia, Aragón, Baleares, Navarra, La Rioja) pero hacer ascos a ese mismo partido a nivel nacional y por añadidura, estar pidiendo a la vez, el apoyo de las derechas por medio de su abstención.

Hay que añadir que para muchos españoles, las nuevas elecciones estarían justificadas y serian bienvenidas si nos libraran de un gobierno Frankenstein en que nos hubiéramos tenido que tragar a la vez, a Sánchez, a UP, a independentistas, separatistas, filoterroristas y demás ralea.

Lo malo es que ello no nos viene garantizado en modo alguno y el 10-N podemos vernos ante un escenario muy semejante al actual. Dicen que con los clásicos del bipartidismo (PSOE y PP) algo reforzados, y con los tres o cuatro partidos restantes, (en caso de que Errejón fraccione a la extrema izquierda), algo debilitados pero sin mayorías absolutas y con la necesaria formación de pactos entre esos 5 o 6 líderes, que se están insultando de forma inmisericorde por tierra, mar y aire.

Con lo que resulta que lo mejor para muchos españoles, para que "ese 95% de nosotros podamos dormir bien" (Sánchez dixit), es:

-Prorrogar una vez más los presupuestos de Rajoy/Montoro, que se gestaron en 2016, pese a que las perspectivas económicas de entonces eran rotundamente diferentes a las de ahora y las que se avecinan.

-Repetir las elecciones hasta que salga el resultado que nos permita ‘dormir bien’".

-Que nunca se alcance una coalición de izquierdas que sería letal para España.

-Que las derechas se aglutinen en un ‘España suma’, es decir, en un solo partido fuerte capaz de alcanzar la mayoría absoluta.

-Y que Sánchez, o quien esté ahí, se transmute en un nuevo Felipe González, sabio y moderado.

Es decir, que volvamos al bipartidismo pero habiendo tomado nota de las consecuencias que conllevan los abusos y la corrupción.