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jueves, 18 de abril de 2024 | Última actualización: 08:08

De negacionistas y conspiranoicos

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

El debate sobre la pandemia dista de haber cesado. Día a día, buena parte de los medios informativos se dedican a debatir la cuestión desde los ángulos más diversos: la vacunación de los deportistas, las divergencias entre las decisiones del Gobierno central y de las Autonomías, las decisiones sobre el certificado o pasaporte de vacunación etc.

No es fácil encontrar debates serios sobre los negacionistas y sus tesis. Hay que decir que en la red aparecen puntos de vista de muy afamados científicos, médicos y virólogos que exponen sus opiniones tremendamente pesimistas respecto a la vacunación.

Ahí está el Doctor alemán Geert Vanden Bosscher que califica la vacuna como un "monstruo incontrolado, un arma biológica de destrucción masiva"; o el Doctor americano Vernon Coleman que cree que la vacunación masiva puede acabar con la raza humana.

Entre nosotros, las doctoras Albarracín y Zaragoza creen que el Covid 19 es una proteína que puede afectar a partes vitales del cuerpo y pronostican que, como consecuencia de la vacunación, se producirá el próximo otoño fuertes gripes neumonicas que afectarán a millones de personas bajas en defensas como consecuencia del descenso inmunológico producido por la vacunación. Como vemos, un panorama catastrófico el que pintan estos científicos.

De todos mis amigos y conocidos, tanto de la época de estudiante de bachiller, como de universidad, de profesión y actualmente de mis familiares y vecinos, solo conozco a una persona que ha rechazado decididamente desde el primer momento, recibir la vacuna. Se trata de uno de mis mejores y más antiguos amigos desde los tiempos de primaria. Es, por añadidura un ilustre médico que puede hablar con más conocimiento y solvencia que la media.

Apela mi buen amigo a temas que han sido muy ventilados por el grupo de Bilderberg (ya saben, Soros, Bill Gates, Kissinger) que ven el crecimiento demográfico como uno de los mayores peligros de este mundo, un riesgo que se conjurará con la expansión de una pandemia artificialmente creada en los laboratorios de Wuhan y ulteriormente con la vacunación masiva que remataría la faena.

Apela también al abuso de las grandes multinacionales farmacéuticas que han producido, en plazos sospechosamente cortos, docenas de vacunas que son no sólo inocuas para la prevención del virus, sino que resultan sumamente contraproducentes.

Es cierto que la población mundial ha crecido vertiginosamente en los últimos 200 años pasando de 1.000 a 8.000 millones de habitantes y que tal cifra seguirá creciendo aceleradamente. Pero tal realidad no es en absoluto aplicable a Europa y menos aún a España donde el decrecimiento demográfico pone en grave riesgo la pervivencia de nuestra civilización que se vería sustituida por la de los nuevos inmigrantes con índices de natalidad muy superiores a los europeos.

Respecto a los sospechosos negocios de la industria farmacéutica, abunda la literatura sobre la cuestión y es cierto que las vacunas anti Covid brotaron con gran rapidez en contraste con las anteriores que tardaron décadas en producirse. Por ejemplo, la vacuna anti gripe no fue descubierta hasta muchos años después de que cesara la virulencia de la gripe de principios del siglo pasado y de que exterminara entre 50 y 100 millones de personas. Pero de ahí a pensar que hay un complot universal para acabar con una buena parte de la población y que en realidad se tenía la vacuna antes de que apareciera el virus, hay un gran trecho que personalmente me niego a aceptar.

La duda está en saber por qué las redes se muestran tan bien dispuestas a divulgar estas abracadabrantes teorías y no surgen científicos de reconocido prestigio de verdad que rebatieran los infundios y los bulos.

Mi viejo amigo me diría "Simplemente porque no los hay". Yo pienso que si los hay pero no quieren rebajarse a abrir una polémica estéril con la que perderían su tiempo y quizá parte de su prestigio. Pero de veras, hay mucho en juego y habría que tomar el debate en serio. No se pueden dejar esos infundios en el aire sin que conozcan una contundente y convincente respuesta.