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jueves, 28 de marzo de 2024 | Última actualización: 13:01

Un año para la vida consagrada

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Casimiro López. Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón.

En un encuentro con su­periores mayores en 2013, el Papa Francisco convocó un año dedicado a la vida consa­grada, desde el 30 de noviembre de 2014 hasta la fiesta de la Presen­tación del Señor el 2 de febre­ro de 2016. El Papa quiere así recordar los cincuenta años de la Consti­tución ‘Lumen Gentium’ y el Decreto ‘Perfectae caritatis’ sobre la renovación de la vida religiosa, del Concilio Vaticano II.

Para este año, bajo el lema ‘Evangelio, profecía y esperanza’, el Papa ha marcado tres objetivos:

a) ‘Mirar al pasado con gratitud’. En el origen de cada instituto religioso se hace presente la acción de Dios que, por su Espíritu, llama a algunas personas a seguir de cerca a Cristo para traducir el Evangelio en una particular forma de vida y responder a las necesidades de la Iglesia. El mundo y la Iglesia tie­nen mucho que agradecer a la vida religiosa pues, por ejemplo, la historia de la caridad, de la salud, del arte o de la cultura quedaría incompleta. Al hacer memoria no se trata de mirar el pasado con nostalgia sino de recordar los propios inicios para mantener viva la propia identidad. Es una oportunidad, además, para descubrir posibles incoherencias fruto de la debilidad humana.

b)‘Vivir el presente con pasión’. Hay que escuchar atentamente lo que el Espíritu dice a la Iglesia de hoy, para poner en práctica cada vez más profundamente los aspectos propios de la vida consagrada. Todo instituto religioso ha nacido de la llamada del Espíritu a seguir a Cristo como enseña el Evangelio. Su regla fundamental es el Evangelio y su ideal, Cristo: unirse a Él totalmente, hasta poder decir con Pablo: "Para mí la vida es Cristo" (Flp 1,21); los votos tienen como objetivo realizar este amor apasionado a Cristo. Por ello, el Papa invita a los consagrados a preguntarse, si Jesús es realmente su primer y único amor, como se proponen en la profesión de los votos, y cómo se dejan interpe­lar por el Evangelio. Porque sólo desde ahí se aprende lo que es el amor, sabrán amar con el mismo corazón de Cristo y se pondrán, como sus fundadores, al servicio de la humanidad mediante la intercesión, la predicación, la catequesis, la educación, o el servicio a los pobres y a los enfermos. Es propio de los religiosos además vivir la unidad en vida de comunidad para hacerse expertos en comunión y fraternidad, ante el enfrentamiento, el rencor o la exclusión de los más débiles.

c)‘Abrazar el futuro con esperanza’:una esperanza que no se esconde ante la dificultades como la falta de vocaciones, el envejecimiento, los problemas económicos, las insidias del relativismo o la marginación y la irrelevancia social. Es preci­samente en estas incertidum­bres donde se levanta la esperanza, fruto de la fe confiada en el Señor de la historia, que sigue repitiendo: "No ten­gas miedo que yo estoy conti­go". Para esto, el Papa Francisco nos pide permanecer despiertos y vigilantes.

El Papa espera de este año de los religiosos y para ellos que sean testigos de la alegría, que despierten al mundo siendo "exégesis viviente" del Evan­gelio, que se conviertan en expertos de "comunión y fraternidad", y que salgan de sí mismos para ir a las periferias existen­ciales, a las personas que han per­dido el sentido de la vida y están sedientos de lo divino, a todos los que esperan la luz y la alegría del Evangelio.

Este año de la vida con­sagrada es una ocasión para que todos los miembros del pueblo de Dios agradez­camos al Señor el don de la vida consagrada, oremos por los consagrados y pidamos nuevas vocaciones a la vida consagrada. Esto haremos precisamente en la San­ta Misa a la 6:30 de la tarde en la S.I. Concatedral de Castellón el domingo 1 de febrero, en la víspera de la Fiesta de la Presentación del Señor y Jornada de la Vida Consagrada. Todo el Pueblo de Dios -sacerdotes, religiosos y seglares- estamos invitados. Hagamos un esfuerzo y unámonos a esta celebración.