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viernes, 17 de mayo de 2024 | Última actualización: 22:23

Viajes (2). Bruselas

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Hasta hace medio siglo, Bélgica y Bruselas no tenían una gran reputación en el mundo. Eran la parte de Europa que no había querido ser ni Francia, ni Holanda, ni Alemania. El escritor francés Octave Mirbeau decía “No hay nada absolutamente deshonroso en que a uno pueda gustarle Bruselas”. Todos los logros belgas  --Jacques Brel, Tintin, el saxofón, Hércules Poirot, los mejores chocolates y cervezas--  solían atribuirse a otros países.

Pero desde 1956, cuando se firma el Tratado de Roma y la Comunidad Económica Europea (hoy Unión Europea) se asienta en Bruselas y en 1967 la OTAN sale zumbando de París por decisión de de Gaulle y se instala también en Bélgica, Bruselas comienza a convertirse en la capital de Europa.

Hoy Bruselas es una ciudad que nadie puede ignorar. De hecho es mucho más famosa que el propio país al que pertenece y no sería a excluir que muchas personas en el mundo supieran que es la capital de Europa pero ignoraran que lo es de Bélgica. Y sin embargo Bruselas es una de las razones principales de que Bélgica no se haya fracturado ya que los belgas no sabrían como repartirla entre flamencos y valones.

Bélgica es un país próspero, con una tranquilidad que muchos calificarían de aburrimiento, con una vida cultural nada agobiante, con una cocina extraordinaria aunque tienda a simplificarse por su modesto plato típico: los mejillones con patatas fritas.

Actualmente no existe ningún centro diplomático tan potente, ninguno que concentre tantas Embajadas, Misiones, Representaciones y Oficinas regionales como Bruselas. Casi todos los países del mundo tienen sede ante el Rey de los belgas, la UE y la OTAN. No son escasos los que tienen dos o tres Embajadores en aquella ciudad.

Por añadidura, además de las Misiones estatales, se encuentran allí más de 150 oficinas regionales de entre las cuales 17 son españolas. Aunque algunas de éstas  tienen más de 30 empleados, nadie cuestiona su legitimidad, como sí se hace con las “embajadas” catalanas, andaluzas o valencianas asentadas en muchas capitales mundiales solapándose con las Embajadas Estatales.

Las Oficinas autonómicas están en Bruselas  respondiendo a la importante política comunitaria de desarrollo regional sobre cuya base se articulan el fondo de cohesión y los fondos estructurales, gracias a los cuales los países que no alcanzábamos el 90% del PIB de la Unión y las regiones que no llegaban al 75% de dicho PIB, recibimos ingentes sumas de fondos.

Además de otros atractivos, Bruselas tiene también el de su emplazamiento a menos de una hora de capitales como La Haya, Luxemburgo, París, Londres y Bonn. No es extraño que la CECA, la CEE y la UE nacieran en esa parte de Europa y que luego se pudiera viajar entre ellas sin pasaporte y sin cambiar de moneda. Tampoco es raro que la capital de Europa no se asentara en París o Berlín. Ya era bastante que Europa se uniera sobre la base del entendimiento franco-alemán; había que buscar un país y una ciudad medianos para erigirse en capital de Europa.

 Mi mujer y yo hemos pasado las Navidades en Bruselas. Allí están destinados mi hijo y su esposa, ambos diplomáticos. Siempre es un placer visitar de nuevo el país en que habíamos sido Embajadores durante cuatro años. Bruselas estaba hermosa. Su clima contrasta mucho con el nuestro pero suele decirse que si no te gusta el tiempo del país, espera media hora, los vientos suelen cambiarlo varias veces al día. Aunque Bruselas tiene una población de un millón de habitantes, conserva el atractivo de una capital de provincias mediana, en que predominan viviendas unifamiliares de dos o tres plantas, donde los animales domésticos son bienvenidos en hoteles y restaurantes, en que las calles bellamente adoquinadas parecen estimular el vientre de los perritos y facilitar el porrazo de sus amos. Y en que los establecimientos se toman la vida con calma. En esos días era frecuente encontrar en la tiendas el cartel de “Cerramos por algunos días. Feliz año”. Esos “algunos días” indeterminados podían ser siete o podían ser quince ¡Está visto que en todas partes cuecen habas!