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viernes, 10 de mayo de 2024 | Última actualización: 21:25

Álex Díaz, misionero en la India: “la oración me ha permitido acortar distancias y estar cerca de familiares y amigos”

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Desde hace tres años está acompañando a las Misioneras de la Caridad -conocidas por la Madre Teresa de Calcuta- en su servicio a los más pobres

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Álex Díaz es sacerdote de nuestra diócesis de Segorbe-Castellón, ordenado hace diez años. En su ministerio ha servido como vicario en las parroquias de Santa María y de El Carmen de Castellón, y su último nombramiento en la diócesis fue párroco de Nuestra Señora de los Ángeles de Betxí.

Desde hace tres años está acompañando a las Misioneras de la Caridad -conocidas por su fundadora, Madre Teresa de Calcuta- en su servicio a los más pobres de los pobres en Calcuta (India).

Esta ciudad es la capital del estado indio de Bengala Occidental, donde la población mayoritaria es bengalí, tanto de lengua como de origen. Además, hay gente de Bangladesh, Nepal, y otras procedencias y tribus. Calcuta es un icono de la pobreza en el mundo por las dificultades que sufrió la ciudad durante la guerra de Independencia. Pero también es conocida por ser la ciudad de la alegría, por lo que se juntan en ella estas dos realidades, pobreza y alegría.

Actualmente, Álex se encuentra confinado en una casa con más de trescientos pacientes de diferentes procedencias y confesiones religiosas. Está situada en el “slum”-barriada de chabolas- de Tijhala y se llama Prem Dan, que significa, Don de Amor.

¿Cómo vives las noticias que te llegan desde España?

Al tener familiares afectados que han estado en la UCI, incluso desde antes del confinamiento, he vivido con mucha intensidad todo lo que llegaba de la familia, sacerdotes, amigos, feligreses y de la gente desde allí. La oración me ha permitido acortar distancias y estar cerca de familiares y amigos.

Asimismo, aquí, al haber voluntarios y hermanas procedentes de todo el mundo llegan noticias de muchos lugares.Mi corazón se apena con la gente al descubrir rostros de dolor de tan diversos procedencias y condiciones.

También he vivido mucha gratitud al sentir la cercanía de la Iglesia, desde nuestro obispo, D. Casimiro, a tantos hermanos sacerdotes, tantos feligreses amigos y religiosas.

Una sensación también de extrañeza se ha despertado en mi corazón, el hecho de tener que estar lejos de la familia en los momentos de dolor, el sufrimiento de los fieles al no poder participar de las celebraciones litúrgicas, tanta incertidumbre, tantas noticias dolorosas…

¿Cómo es la situación actual en La India?

Es difícil hacerse una idea general de la situación de India en esta pandemia, por su extensión y complejidad. Las noticias que llegan por la prensa e internet son confusas y llevamos ya un mes de confinamiento. Con la suspensión de los transportes regulares se ha vaciado la ciudad y un gran silencio ha inundado todo. Las avenidas y calles de Calcuta han estado vacías gran parte del tiempo, aunque los últimos días empieza a haber algo más de movimiento. En los slums, llenos de callejuelas y chabolas de no más de dos metros cuadrados, la gente ha seguido haciendo vida en la calle, algo muy propio de nuestra gente.

Por otro lado, hay algo muy conmovedor de estos días en nuestra India: la religiosidad de la gente. Hindúes, cristianos, musulmanes… todos rezan. Aunque los templos, mezquitas e iglesias permanecen cerradas, nuestra gente no deja de rezar y confiar en el auxilio divino.

¿Cómo estás viviendo tu fe durante este tiempo? ¿cómo estás viviendo este tiempo pascual?

Justo antes del confinamiento por la cuarentena estuve atendiendo un curso de formación y unos ejercicios espirituales en Uzbekistán; donde pude ver una Iglesia pequeña, con solo cinco parroquias en todo un país, y prácticamente el mismo número de sacerdotes.

Me conmovió, pues pude descubrir la grandeza de la misión de la Iglesia, tan insignificante a los ojos del mundo. Ver al único obispo del país hacer varias horas de viaje para atender una Misa dominical de unos pocos fieles me ayudó a reconocer la llamada a la fidelidad, más allá del número de personas o actividades. Es la Iglesia que hace presente el Reino de Dios, el pequeño grano de mostaza. Esta experiencia me ayuda a entender este tiempo de confinamiento con todos sus condicionantes. La Iglesia sigue vive y presente.

Asimismo, la tensión oculta que se percibe en los corazones ante esta situación tan extraña me invita a la comprensión, a saber descubrir a Cristo en una humanidad herida, llagada, frágil y débil. Doy gracias a Dios por la Cruz, por ese padecer que nos abre a la gloria de Dios.

¿Cómo está viviendo esta situación la Iglesia en India?

La Iglesia ha querido manifestar su disponibilidad ante las decisiones sanitarias del gobierno y ha acogido con prontitud las indicaciones. Asimismo, nos hemos unido a nuestros hermanos musulmanes e hindúes en volver la mirada al Cielo e invocar la protección divina.

Respecto a la vida de fe, vivir la Semana Santa sin poder acudir a las celebraciones litúrgicas y manifestar la alegría pascual en comunidad nos ha desgarrado interiormente.

Respecto a las necesidades de nuestros pobres, la situación de la pandemia está suponiendo otras dificultades, especialmente el acceso a la comida de nuestra gente, pero la Iglesia se ha puesto a la cabeza en muchas iniciativas para salir al encuentro de nuestros hermanos y vecinos, independientemente de su raza, credo y condición.

¿Un mensaje de esperanza?

La Resurrección de Cristo nos llena el corazón de esperanza y alegría. La oración de Cristo al Padre en su Pasión fue escuchada -dice la Epístola a los Hebreos-, porque Cristo venció la muerte y el pecado.

Ese Misterio -del grano de trigo que muere para dar fruto- se hace presente hoy en nuestra historia y la traspasa, la transfigura, la transforma. Decía el Papa en estos días, que Cristo no elimina el sufrimiento, sino que su amor traspasa todo dolor.

El fundamento de la esperanza no es una victoria donde seamos capaces de eliminar el dolor o anestesiarlo -aunque sea necesario mitigarlo en la medida de nuestras capacidades- sino dejar que el Señor lo unja y transforme en fuente de paz y perdón.