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viernes, 26 de abril de 2024 | Última actualización: 19:43

Golpe en Turquía

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Hace tres años se produjeron en Turquía graves manifestaciones contra el gobierno de Erdogan que estaba mostrando síntomas de autoritarismo recortando libertades-por ejemplo cerrando la legendaria plaza de Taxim a concentraciones populares, frenando el laicismo con el consiguiente crecimiento del integrismo religioso.

Ya por entonces se intuía que la posibilidad de un golpe militar era más que real. El ejército en Turquía no es una institución cualquiera y si no se comprende ese hecho es imposible entender lo que ocurre en aquel país de 75 millones de habitantes, miembro de la OTAN y candidato a ingresar desde tiempo inmemorial, en la Unión Europea.

El ejército turco es el más fuerte de Europa después del ruso y el segundo de la OTAN después del estadounidense. Cuenta con 1.042.000 de soldados más otro millón de reservistas. Algunos cifran el presupuesto de esta institución en casi la mitad del PIB del país. Comparémoslo con el español que es del 0.91%.

Desde los tiempos de Ataturk, ese ejército ha sido garante del europeísmo, la modernidad y el laicismo del país lo que le permitió aspirar a ingresar en las instituciones euro atlánticas, de una de las cuales, la OTAN, es miembro desde 1952, 30 años antes que España.

La llegada del Presidente Erdogan modificó progresivamente las cosas: apoyándose en las instituciones religiosas repuso en el país el islamismo activo con derivaciones tan perniciosas como la compra de petróleo al terrorismo de ISIS/DAESH lo que alimenta las posibilidades económicas de esta terrible organización. Su participación en la pacificación de Siria es, por ello, más que dudosa.

Tal deriva de Erdogan fue creando en el ejército un caldo de cultivo que explotó con la asonada militar del pasado día 15 y la simbólica aparición de tanques en puntos estratégicos de las principales capitales del país en un momento en que el presidente se encontraba típicamente de vacaciones y como primera providencia ordenó al pueblo a tomar las calles (con un resultado de 300 muertos casi todos ellos civiles) lo que unido a otras medidas, contrarrestó el golpe en tiempo record. Todo tan rápido y tan sencillo que resulta sospechoso. Es como si el régimen hubiera conocido las intenciones golpistas y las hubiera alentado montando la excusa para purgar al ejército, a la judicatura, la fiscalía y a algún sector de la policía en total alrededor de 8.000 personas  a quienes Erdogan se propone castigar de forma ejemplarizante reponiendo la pena de muerte suspendida en 2004 en el curso de las negociaciones de ingreso de Turquía en la Unión Europea.

Una vez más hay que plantearse la pregunta de si Ankara logrará alguna vez ser miembro de la UE. Los contra de la integración son no pocos, en especial la consiguiente islamizaron que se produciría en un club mayoritariamente cristiano. Los pros están encabezados por anclar a ese importante país como aliado  y socio en una zona delicadísima que se volvería aún más crítica si Turquía, rechazada por la Unión, buscara aliados en su flanco oriental, es decir en Irán, Irak o Siria.

El camino que está siguiendo Erdogan (control militar, judicial, informativo y policial entre otros), no va a apoyar al país en su proceso democratizador ni en su acercamiento a Bruselas. Mucho menos aun si se producen "castigos ejemplarizantes". Quizá Erdogan no se sienta intimidado por las advertencias  de Bruselas consciente de que el ingreso de su país en la UE va, en todo caso, para largo.

Dentro de los países islámicos Turquía es quizá el único en que llegó a haber democracia y al que no se pueden aplicar las reservas aireadas a raíz de la Primavera Árabe en que regímenes autocráticos fueron sustituidos por estados fallidos o semi. En Turquía se puede exigir más, cabe esperar que Erdogan evolucione en una dirección más democrática, cosa por ahora poco probable. O que unas nuevas elecciones den el triunfo a un gobierno más abierto, laico y liberal, cosa, por ahora, aún más improbable.