Al iniciar este domingo el tiempo de Adviento, la Iglesia nos invita una vez más a entrar en un camino de conversión y renovación interior, en un camino de esperanza. Son unas semanas en las que, como Pueblo de Dios, volvemos a mirar hacia el horizonte luminoso de la venida del Señor. No se trata simplemente de rememorar un acontecimiento del pasado, sino de avivar en nosotros la certeza de que Cristo continúa viniendo, silenciosa pero eficazmente, para transformar nuestra vida y nuestra historia.
Vivimos en una época de ritmos acelerados y de preocupaciones que con frecuencia nos roban la paz. La dispersión interior y la saturación de estímulos hacen que el corazón se vuelva a veces incapaz de reconocer la presencia de Dios. El Adviento, con su tono contemplativo, nos ofrece lo que más necesitamos: un tiempo para detenernos, respirar espiritualmente y reorientar nuestra vida hacia lo esencial.
Esto lo podemos encontrar participando en los tiempos de oración o en los retiros de Adviento, que ofrecen parroquias, movimientos y otras realidades eclesiales. La oración y los retiros son verdaderas oportunidades de gracia para un encuentro sincero con la verdad de nuestra vida, puertas abiertas para que el Señor pueda hablarnos, sanarnos y conducirnos hacia una vida más plena. El Espíritu Santo nos ayuda a purificar el corazón de todo aquello que estorba la llegada de Jesús, sanando nuestras heridas y reavivando la esperanza, que tantas veces se debilita ante la incertidumbre.
En medio del bullicio nos cuesta a menudo escuchar la voz de Dios y discernir lo que Dios quiere decirnos. El retiro nos regala el silencio necesario para sentir la presencia activa de Dios en nuestra vida, para escuchar su Palabra, que ilumina nuestras realidades concretas y nos muestra caminos de reconciliación y esperanza. Es una oportunidad para dejar que la gracia de Dios libere nuestro corazón de todo aquello que lo mantiene atado y esclavizado, dejándonos tocar, sanar y perdonar por la misericordia del Señor en el sacramento de la Confesión. El retiro nos impulsa a la caridad. De un corazón renovado brota una vida nueva. Los retiros no nos aíslan de los demás; al contrario, nos devuelven a la vida con un corazón más sensible, más compasivo y más capaz de servir. Preparar el corazón para Jesús significa prepararlo también para el hermano, sobre todo para quien sufre soledad, pobreza, enfermedad o abandono.
Así nos podremos preparar debidamente a la celebración de la Navidad con hondura espiritual, con gratitud y con la alegría que nace del encuentro real con Cristo.
































