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domingo, 28 de diciembre de 2025 | Última actualización: 10:35

Termina el Jubileo de la Esperanza

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Tal como estableció el papa Francisco en la bula de su convocatoria, el Año Jubilar-2025 será clausurado en las diócesis este domingo 28 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. En nuestra Diócesis lo haremos en la Catedral-Basílica de Segorbe con una solemne Eucaristía a las 18:00h.

Es el momento para dar gracias a Dios, Padre rico en misericordia, porque nos ha concedido este tiempo jubilar como un verdadero kairós, un tiempo favorable en el que Él mismo ha salido de un modo extraordinario a nuestro encuentro para renovar nuestra fe, sanar nuestras heridas y reavivar en nosotros la llama de la esperanza cristiana. A lo largo de estos meses, parroquias, comunidades religiosas, movimientos, asociaciones, familias, jóvenes, ancianos y enfermos hemos vivido una experiencia de conversión, reconciliación y comunión. El Señor ha dejado huellas de su gracia.

El lema que nos ha acompañado, Peregrinos de esperanza, ha resonado con especial fuerza en el actual contexto histórico. Somos conscientes de las heridas profundas de nuestro mundo: guerras que desgarran pueblos enteros, personas y hogares en riesgo de pobreza extrema y de exclusión social, soledades silenciosas, familias fracturadas, jóvenes que buscan sentido a su vida, ancianos olvidados, tensiones y división social, y una creciente indiferencia religiosa que enfría los corazones.

En medio de esta realidad, la Iglesia no puede ni encerrarse ni resignarse. Está llamada a caminar, como el Pueblo de Dios en el desierto, sostenida por la promesa fiel del Señor. El Jubileo nos ha recordado que la esperanza cristiana no es optimismo superficial ni evasión espiritual, sino una virtud teologal que nace de la certeza de que Dios cumple sus promesas y nunca abandona a su pueblo. Peregrinar ha significado para nosotros aceptar que no lo tenemos todo resuelto, que necesitamos de Dios y de los hermanos, y que solo avanzamos verdaderamente cuando lo hacemos juntos.

El Jubileo se clausura, pero la misión continúa. Ahora se nos confía la tarea de encarnar la esperanza en la vida ordinaria de nuestras comunidades. Estamos llamados a ser una Iglesia que acoge, consuela, acompaña, escucha, ayuda y levanta; una Iglesia que ofrece caminos de sanación y reconciliación; una Iglesia que se compromete con la justicia, la paz y la dignidad de toda persona humana; una Iglesia que anuncia, vive y lleva a Jesucristo, “nuestra esperanza” (1 Tm 1,1), la esperanza que no defrauda. Que el Espíritu Santo nos ayude a seguir avanzando con un corazón humilde y confiado, para que nuestra diócesis sea siempre una Iglesia peregrina, misionera y llena de esperanza.