A medida que se acercan las elecciones municipales y autonómicas del mes de mayo, vamos a tener que prepararnos para ver y oír extraños fenómenos sociopolíticos.
Por una parte, el gobierno, con sus dos componentes -el socialista y el podemita- se pelearán no poco para sacar adelante las destarifadas iniciativas del socio minoritario, conscientes de que tales proyectos -las leyes trans, del aborto y en especial la del "si es si"- pueden restarles más votos de los que les suman, en particular al PSOE, pero que lograr su aprobación en el congreso es la única forma de que el pacto de gobierno se mantenga en pie.
Otro tanto ocurre en la relación entre los socialistas y sus también indispensables apoyos separatistas -ERC, Bildu y PNV- cuyos apoyos se esfumarían si no se hubiesen abolido las figuras de la sedición y la malversación de fondos.
Si los cuatro años de gobierno de Sánchez han venido plagados de rarezas políticas que están en la mente de todos, estos últimos meses están metiendo a España en un verdadero túnel de los horrores, que no puede tener más salida que un cambio radical de rumbo, con la transformación del Ejecutivo y aun más del Legislativo cuya mayoría Frankenstein está llevándonos a la ruina con la adopción de leyes delirantes.
En ese contexto, la tentación de cobrar las calles está creciendo día a día. Y se ha buscado para hacerlo un sector muy delicado -el sanitario- que en España, en toda ella, está funcionando moderadamente bien y que solo tendríamos que mejorar las condiciones de trabajo de los sanitarios -ajuste de sueldos, cuidar los horarios- para evitar las fugas de médicos y enfermeras hacia países en que sus trabajos son mejor remunerados y procurar evitar esa situación penosa en que cada profesional tiene que atender a 60 pacientes diarios y en que la ratio es de 1000 personas por cada medico. Curiosamente las calles se han llenado de gentes -sanitarios y pacientes- en ciudades gobernadas por la derecha.
Estamos también observando que Bruselas adopta respecto a nuestro gobierno una condescendencia poco comprensible. Los caudales europeos fluyen hacia España sin apenas control. Parece importar poco que los trenes sean demasiado grandes para los tízneles, que no hayamos conseguido alcanzar los niveles de PIB anteriores a la pandemia o que nuestros niveles de desempleo sigan siendo los más altos de la Union.
Es como si la señora Van der Leyen estuviera más interesada en asegurarse la reelección al frente de la Comisión, que de conseguir un buen desarrollo de nuestro pais y de algunos otros de la UE.
En los próximos días veremos, en realidad ya lo estamos viendo, a nuestro presidente jugando a la petanca con un grupo de jubilados...miembros del PSOE; ir a tomar un cafe a casa de dos jóvenes (socialistas) que le iluminan sobre los apuros del gremio para situarse en la vida; o, lo que resulta más surrealista, habrán visto a Sánchez jugando al baloncesto con un equipo de discapacitados sentados todos ellos -el presidente también- en sus sillas de ruedas. Aun nos falta por ver la mini serie de las jornadas profesionales del Presidente, o sus viajes en tren o en automóvil, lejos del Falcon y del helicóptero. Solo nos faltará verle en el metro o haciendo la compra en esos supermercados mágicos en que los precios han bajado espectacularmente.
A decir verdad no es solo el gobierno el que fabrica dislates en vísperas electorales. No olvidemos que también VOX anda envuelto en una Moción publicitaria que puede tener resultados suicidas. Por fortuna el PP de Feijóo se mantiene en la línea de discreción que le caracteriza.
Visto lo visto, es muy lícito que nos preguntemos, quién prepara estas agendas a algunos de nuestros líderes políticos. Y qué más disparates vamos a tener que presenciar en los próximos días. Continuará.
































