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domingo, 28 de abril de 2024 | Última actualización: 02:32

Domingo de la Palabra de Dios

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El III Domingo del Tiempo Ordinario celebramos en toda la Iglesia Católica el Domingo de la Palabra de Dios. Está dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios, pues ocupa un lugar central en la vida de toda comunidad eclesial y un papel decisivo en la vida espiritual de todo cristiano en los diferentes ministerios y estados de vida.

La Sagrada Escritura es la Palabra escrita de Dios. Escrita hace muchos siglos, no pertenece sin más al pasado. Dios nos sigue hablando en la Escritura. En su origen está el deseo de Dios de comunicarse a la humanidad. Dios abre su corazón y designio, muestra su rostro, ofrece su amistad e invita a compartir con Él su misma vida en su Hijo, la Palabra encarnada. Dios mismo es quien nos habla y quiere suscitar nuestra fe, provocar nuestra conversión y liberarnos de nuestras esclavitudes. La Palabra de Dios pide, por tanto, ser leída, proclamada, escuchada y acogida sabiendo que es Dios mismo quien nos habla aquí y ahora.

“La Palabra de Dios es viva y eficaz” (Hb 4, 12). Es una palabra viva porque es la Palabra de Dios vivo; dicha o escrita en un contexto concreto, sin embargo trasciende dicho contexto para ser contemporánea a todos los tiempos, extensiva a todos los lugares y dirigida a todos los hombres. Se dirige aquí y ahora a cada uno personalmente y a toda comunidad concreta. El Espíritu Santo que la inspiró, la reaviva para salvación de quienes la escuchan con fe en el presente.

Es la Palabra de Dios es eficaz. La escucha atenta y acogedora de la Palabra nos va conformando con “la mente de Cristo” (1 Cor 2, 16); es decir, con su modo de pensar, su sensibilidad, sus valores, su adhesión al Padre y su debilidad por los pobres. Así la Palabra nos convierte e introduce progresivamente en el proyecto divino de la salvación. Nos mueve a reconstruir una y otra vez el edificio de la comunidad cristiana. Nos ofrece luz y consuelo en los momentos de angustia. Nos da aliento y nos llama a la fraternidad solidaria, nos muestra nuestra fragilidad, nos pide fidelidad para cumplir nuestra misión y nos da esperanza para perseverar sin desmayo.

Decir que la Palabra de Dios es eficaz no significa, sin embargo, que siempre sea efectiva. Para que lo sea es necesario acogerla personalmente y el compromiso de dejarse transformar y salvar. Esto pide a su vez perseverancia. Jesús dice a sus discípulos “permaneced en mi palabra” (Jn 8, 31). La Palabra de Dios es como el espacio vital en el que el discípulo de Jesús ha de vivir siempre y mantenerse en toda su vida y en su conducta. Dejarse orientar por la Palabra de Jesús es el camino que lleva a la Vida.