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¡1 de abril de 1939: Día de la victoria!

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Miguel Bataller. Ciudadano del mundo y jubilado.

Hoy hace ochenta y dos años de ese día.

Para los jóvenes y menos jóvenes actuales y sobre todo para los nacidos hace más de medio siglo, ni la fecha ni su significado representa nada.

Para los de mi generación, tiene un sentido muy especial, ya que vivimos los efectos secundarios de aquella lamentable parte de la Historia de España, que ocurrió entre 1931 y 1939.

No la vivimos en primera persona, pero si tuvimos la oportunidad de escuchar los testimonios directos de nuestros padres, abuelos y tíos.

Tuve la suerte de nacer en una familia absolutamente despolitizada y especialmente mi padre me solía comentar a medida que yo iba creciendo, que en esa lamentable Guerra Civil, nadie debió considerarse “ni vencedor ni vencido”, porque a cada cual le correspondió un papel que nunca buscó.

Aquellos que cayeron en lo que se conocía como zona roja, como era la de la Región Valenciana, fueron obligados a incorporarse al Ejercito Republicano y quienes vivían en la conocida como zona nacional, no tuvieron más opción que incorporarse al Ejercito Nacional y así, sin pedirle a nadie su opinión se generó una confrontación fratricida que duro casi tres años, entre el 18 de Julio de 1936 y el 1º de Abril de 1939 y costó un millón de muertos.

Fue como una Pandemia del Covid-19, pero en vez de matarles un virus, les mataban las balas o bombas enemigas en el frente de Guerra y otras balas más cobardes y asesinas en la retaguardia, donde los odios y los más bajos sentimientos humanos camparon a sus anchas, tanto en un lado como en el otro.

Aquí la izquierda asesinaba a los terratenientes o a la gente con creencias religiosas y allí los falangistas y requetés a todos aquellos que no pensaban como ellos.

Pero lo realmente triste, es que durante más de un cuarto de siglo, se siguió celebrando el Día de la Victoria y aún recuerdo como si fuese hoy, los fastos de los 25 años de paz celebrados aquí en Borriana en 1964, cuando yo ya me consideraba un borrianero más, después de terminar mis estudios en la Escuela Técnica del Comercio Frutero y haber empezado mis relaciones con mi novia en aquella época y hoy mi querida esposa tras medio siglo de matrimonio.

Poco a poco, aprendimos a convivir, perdonar y olvidar, porque los odios hacen mucho más daño a quien cultiva el odio que a la persona odiada.

Pasados los años de penuria de la postguerra y a partir de principios de la década de los sesenta, a fuerza de mucho trabajo, esfuerzos de todos los españoles en todos los sentidos, muy pocas exigencias y mucha entrega en general, la generación de nuestros padres y la nuestra pusimos los cimientos de la España del desarrollo.

Se hablaba muy poco de Democracia, pero se sabía convivir y todos tirábamos del carro en el mismo sentido.

No teníamos (ni falta que nos hacían) partidos políticos y sólo existía el Sindicato Vertical, cuya definición nunca me explicaron, ni quise comprender, porque nunca les necesité para nada.

Más o menos, esta fue la manera en la que España funcionó con normalidad aparente, hasta la muerte de Franco.

A partir de entonces, pareció que toda España había vivido encarcelada durante más de treinta años, porque la palabra Libertad, se convirtió en Santo y Seña de la Democracia Incipiente.

Se hizo una transición que ha sido considerada modélica por todos los politólogos del mundo y con no pocas dificultades, se construyó la España Constitucional que hoy tenemos.

Mi pregunta ahora sería muy fácil:

¿Ha valido la pena pasar por todo esto para llegar donde estamos ahora?

Seguramente, habrá opiniones para todos los gustos.

Para quienes han vivido, viven y piensan seguir viviendo de la política, les parecerá ejemplar todo lo ocurrido.

Para los que se han colocado en chiringuitos sindicalistas también.

Para todos los movimientos feministas y sus organizaciones sectarias, empeñadas en vernos a los hombres como enemigos ancestrales de las mujeres también.

En mi opinión en España sobran más de tres cuartas partes de políticos y cualquier tipo de estructura social basada en la confrontación mujer-hombre.

Bastaría que todos nos paráramos a pensar que hemos tenido abuelos y abuelas ejemplares como un padre y una madre, hermanas y hermanos, hijas e hijos e incluso los de mi edad, nietos y nietas.

Si analizar el problema y presentarlo como yo lo presento es de ser “facha”, que me cuelguen esa etiqueta en mi cuello, porque me sentiré muy orgulloso de serlo.

Me acojo al principio filosófico-religioso:

No juzguéis y no seréis juzgados,

No condenéis y no seréis condenados.

Hasta la semana que viene amigos.