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domingo, 21 de diciembre de 2025 | Última actualización: 21:27

Opiniones non natas

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

A la hora de juzgar las ideas de un columnista, es tan importante analizar las cuestiones sobre las que opinó como aquellas otras que omitió. Por muy diversas razones –prudencia, ignorancia, temor- caigo en la cuenta de que en estos últimos años ha habido temas muy debatidos que muy a conciencia he esquivado. En ocasiones lo he hecho por coincidir mis ideas con las vertidas por otros compañeros más rápidos y audaces.

El año pasado, por ejemplo, no hablé sobre el accidente del Alvia –un tren, por cierto que yo utilizo con frecuencia- ni sobre el atentado terrorista durante el maratón de Boston. No traté sobre la muerte de Chávez por considerar de poco gusto hablar mal de quien fallece, ni mucho menos escribí sobre el nacimiento del heredero en tercera generación  -¿dónde estará la monarquía dentro de 70 años?- de la corona británica. Por supuesto no puse ni una línea que se refiriera a sorteos de futbol o  balones de oro y si una vez me metí en ese terreno del que me reconozco total ignorante, fue para lamentar el penoso papel desempeñado por la roja en el mundial de Brasil.

En estos últimos meses siento verdadera alergia a varios asuntos que parecen provocar enorme excitación no solo entre el distinguido público sino también entre los más sesudos periodistas.

En primer lugar están las hazañas universitarias perpetradas por Pablo Iglesias y sus acólitos. Deben ser todos ellos genios de raciocinio ya que, pese a no provenir de familias modestas, dan la impresión de haber monopolizado todas las becas de España. Para aspira a una beca, cuando no existe una necesidad perentoria, hay que tener una moral especial que consiste en preferir exprimir al Estado antes que a la propia familia. Ello indica también que existe una gran confianza en un sistema que hoy los miembros de Podemos rechazan calificando a sus componentes de casta. No me recato en decir que yo fui un buen estudiante como también lo fueron mis hijos pero nunca quise ocupar para mí o para ellos una beca que podía ser más necesaria para otros. Con aquella moral de becario profesional no dudo que las huestes de Podemos  van a chupar mucho más aun de lo que lo están haciendo los del actual ‘establishment’, una vez hayan salido de la casta universitaria y entrado en la política.

Dejé también de lado las aventuras del ‘Pequeño Nicolás’ cuyo nombre verdadero ni sé ni me importa. Tampoco siento la menor curiosidad por saber si alguien relevante estaba tras él. Este muchacho me parece el típico perdedor que desde su más tierna infancia coleccionaba fotos con famosos como otros coleccionábamos cromos o tebeos. Lo sorprendente es que tantas celebridades hayan picado y este pobre asunto esté triunfando en el mundo mediático.

Que la Pantoja haya sido seguida por sus fans hasta la puerta de la cárcel me trae también sin cuidado. A fin de cuentas si su ex novio y señora  estaban ya en chirona no veo por qué iba ella a librarse de pasar una temporada a la sombra habiendo blanqueado, como lo hizo, los caudales robados a los marbellíes y al resto de los españoles.

Creo que dediqué en su día una línea a Cristina de Borbón. Hoy le dedicaré tres y precisamente por respeto a sus padres. Tenían razón Sus Majestades cuando no estaban contentos con las bodas que habían hecho sus hijos. Aquellos fastos acabaron con un divorcio, un escándalo de corrupción que nunca se hubiera podido producir sin la participación de una Infanta. Y con una Reina que según dice Jon Juaristi es como Pablo Iglesias con faldas.

Con los debidos respetos que imprime la muerte, nunca escribiría tampoco más de dos líneas sobre una persona como la duquesa de Alba cuyo lema en la vida consistía en ponerse el mundo por montera. Pero no ha hecho falta: mí querido y leído ABC le dedicó 32 páginas.

Apenas les he hablado hasta ahora pero sí lo haré un día del Estado Islámico