Maria Ángeles Pallarés. Alcaldesa de Canet lo Roig y Diputada Provincial
Una decisión del Gobierno, más que cuestionada, coloca de nuevo a la ciudadanía frente un potencial peligro. Si ya dejaron patente su torpeza, irresponsabilidad y total desinterés por la salud pública en el inicio de la pandemia, cuando, dando palos de ciego y desoyendo las recomendaciones de profesionales sanitarios, situaron al país entero a merced del ataque de un virus que se ha cobrado miles de vidas; ahora, y a pesar de la enseñanza que, a priori, debería reportarles la funesta experiencia, vuelven a hacer gala, en un alarmante ejercicio de irresponsabilidad, de su arbitrariedad a la hora de aplicar medidas que escapan a cualquier base científica.
En pleno despunte de casos positivos de covid y con la amenaza de la variante Delta, la más letal y contagiosa, el Gobierno levantó el día 26 la prohibición de usar mascarilla en espacios abiertos. Cuando aun no se ha conseguido la tan ansiada inmunidad de rebaño, con menos de la mitad de la población inmunizada (algo más del 33%), la medida es, cuando menos, precipitada y constata que la fecha ha sido elegida al azar y se trata, otra vez, de una maniobra política más de un gobierno que pone la demagogia y el populismo por delante de las verdaderas necesidades y prioridades de los ciudadanos.
Hoy, más que nunca, es preciso hacer un llamamiento a la sensatez y a la precaución de la que demuestran carecer nuestros gobernantes, para que la población haga un uso responsable de la mascarilla y, ya que los que deberían velar por nuestra salud abordan la cuestión como un asunto baladí, demostremos que somos un país que no tiene miedo pero sí respeto por nuestra propia salud y la del prójimo.
Obviamente, la mascarilla es un elemento incómodo, pero tiene un efecto protector frente al posible contagio. Usémosla pues, con sentido común, porque hasta una niña nos dejó a todos claro que "más vale eso que morirse". Algo que, visto lo visto, el Gobierno parece no entender.
En pleno inicio de la temporada estival, en la que el turismo puede suponer un balón de oxígeno para nuestra ya castigada economía y para los sectores más perjudicados por la crisis sanitaria y por la funesta gestión del gobierno Sánchez, una mala decisión y una conducta social incívica nos puede condenar a la debacle.
No pretendo resultar alarmista al exponer mi opinión, nada más lejos; mi intención es concienciar y recordar que el riesgo de contraer coronavirus aún, por desgracia, permanece, y que cuanto más sensatos seamos, más cerca estaremos de volver a la tan deseada normalidad.
































