Miles de personas corrieron al son de los tambores y bailaron bajo las chispas de los fuegos artificiales
La Nit Mágica de Xarxa Teatre ha vuelto a ser uno de los actos más participativos y seguidos de las Fiestas de la Magdalena. ‘Els dimonis’ de Xarxa, al ritmo de los tambores, y bajo la bendición de ‘San Rorro’ llenaron de fuego las calles de Castellón.
Esperanza Molina/Castellón Información
Las once de la noche volvió a ser la hora mágica en la que las luces de Castellón se apagaron ante la llegada de los ‘dimonis’. En la intersección de la calle Gobernador con la avenida del Mar, San Rorro apareció en las alturas, ante miles de personas, para bendecir la fiesta y a los festeros y dar inicio a la Noche más Mágica de las Fiestas de la Magdalena de Castellón.
Comenzó entonces el redoble de tambores, los ‘dimonis’ se mezclaron con el público y los juegos de fuegos artificiales sembraron la calle entre la gente.
El público puede participar de lleno en esta actividad que solo requiere una cosa, pies ligeros, y una buena protección, porque los petardos, los fuegos artificiales son de verdad, y las chispas estallan por todas partes, en un ‘infierno’ improvisado, con olor a pólvora, donde la tradición Mediterránea del fuego y la luz conviven en la capital de la Plana.
A ambos lados de las calles, plazas, en los balcones, el público más reservado, o el más prudente, vio pasar la comitiva, que corría, hacia adelante y hacia detrás, buscando los toros de fuego, corriendo de los ‘dimonis’ o saliendo a su paso para quedar atrapados en ‘las llamas’ y las ‘chispas’ de Xarxa Teatre.
La Nit Mágica de Xarxa es ya una seña de identidad para la noche de los martes de Magdalena, y sin duda alguna, uno de los actos más valorados del programa oficial de fiestas.
Una vez ya, en la avenida del Rey, el público lo llenaba todo. Porque el objetivo era ver, sentir, correr, disfrutar y hacer de la fiesta del fuego una sensación potente que sube la adrenalina y se identifica con todas las tradiciones de Castellón.
El espectáculo final, tuvo lugar en la confluencia de la Avenida del Rey con Zaragoza y Colón. Desde allí el fuego se extendió y voló una y otra vez, desde el escenario al final de la calle, a través de las farolas, a través de los múltiples dispositivos de fuego colocados durante la mañana. La gente gritaba “Xarxa Teatre”, una y otra vez, y los tambores del grupo de teatro respondían a las peticiones del público mientras el castillo de fuegos consumía ese pequeño infierno de felicidad, que para el público, que siempre pide más, siempre sabe a poco.
