En los últimos días las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Europea se han complicado hasta límites nunca antes conocidos. De hecho, la Alianza se mantenía fuerte mientras Trump estuvo operando los primeros tanteos para intentar alcanzar la paz en Ucrania.
Las reuniones de Alaska, de Washington y el fallido encuentro de Budapest avanzaban por el camino correcto que lamentablemente acabó torciéndose.
Los 28 puntos del plan de paz para Ucrania, redactados entre Tremp y Putin -probablemente contando mas con la pluma rusa que con la norteamericana- tenía ideas sin duda valiosas. Pero el plan contenía al menos dos párrafos inaceptables para Ucrania y entre los países europeos y la propia Ucrania, se corrigieron. Se trataba de suprimir la cesión territorial de Crimea y el Dombas, que venía a representar el 20% de la superficie del país, y también la exclusión del ingreso de Ucrania en la OTAN.
A partir de ese momento, Trump movilizó toda una batería de insultos dirigidos a la Unión Europea y a sus líderes. Dijo que la UE está en decadencia y sus políticos son débiles, carecen de programa y buscando la corrección política dificultan la celebración de elecciones en Ucrania.
Tales críticas van particularmente dirigidas a Macron y Merz, ignorando al resto y salvando únicamente a Meloni y Orban. Desde Europa por el contrario, la reacción a tan duras expresiones, ha sido más bien moderada procurando desescalar la crisis que, en caso contrario podría llevar a la ruptura de la Alianza transatlántica. En estos momentos da la impresión de que la alianza se da entre Washington y Moscú antes que con Bruselas.
Los malos augurios de Trump concluyeron afirmando que en 20 años, la Unión Europea no tendrá ni economía ni defensa y el grupo se volverá irrelevante en el panorama internacional.
Trump tiene innumerables rasgos positivos y negativos; entre estos últimos predominan la inestabilidad y la impredecibilidad. Tal como se encuentra la sociedad en este momento, ambos rasgos son indispensables para mantener un mínimo equilibrio internacional.
Desde Europa apenas ha habido reacción a esta letanía de improperios trumpianos. Ayer los líderes de Francia, Alemania y Reino Unido, junto con Zelenski, se reunieron el Londres para mantener una larga conferencia telefónica con Trump, intentando calmar los ánimos, avanzando ideas europeas sobre el plan de paz, en particular excluyendo la cesión territorial de Ucrania y apoyando la presencia de fuerzas europeas en Ucrania para garantizar el alto el fuego y la seguridad.
Las conversaciones europeas seguirán en estos días intentando ser creativos respecto al apoyo a Kiev, reduciendo a la vez la tensión con los Estados Unidos que, por la propia naturaleza de las cosas y por el carácter voluble de Trump, la crisis tenderá a bajar por si misma.
No voy a dar la razón a Trump pero debemos reconocer que en tono menor, algunas de las acusaciones norteamericanas de los últimos días, se piensan también desde Europa. La UE no se encuentra en su mejor momento ni cuenta ahora con sus mejores lideres. Ahora bien, las premoniciones a 20 años vista son disparates que ni él mismo se cree. Lo único cierto es que en tres años, Trump estará jugando al golf y las relaciones entre la UE y los EEUU se habrán reconducido.
