Begoña Carrasco García. Portavoz del GMP en el Ayuntamiento de Castelló y Presidenta de local del PP
Podrán repetirlo una y mil veces, pero una mentira, aunque se reitere hasta la saciedad, sigue siendo exactamente igual de mentira. Y eso es lo que ocurre en el seno del Acord de Fadrell: sus portavoces podrán forzar el rictus en todas sus apariciones para aparentar sintonía, podrán repetir como un mantra que de esta crisis salen reforzados, y podrán afirmar que ahora disponen de herramientas para afrontar y solventar en clave interna las discrepancias. Pero no, los roces entre PSPV, Compromís y Unidas Podemos se han cerrado en falso, y más pronto que tarde volverán a reproducirse. Lo mismo que un río de agua mansa esconde sus corrientes… No se ven, pero están. Mientras tanto, los grandes perjudicados somos el conjunto de los castellonenses, que vemos cómo una vez más iniciamos el año sin el presupuesto municipal para este 2020.
Ni más ni menos que dos meses les ha durado el berrinche a los socios del tripartito. Un conflicto que se ha jugado en los medios, con más ruido de cara a la galería que divergencias reales han existido. La excusa ha sido la extinción de la Junta de Fiestas. Podría haber sido cualquier otro, eso era lo de menos. En el fondo, el único ánimo que ha movido a los miembros del PSPV y Compromís ha sido echarse un pulso en público para escenificar ante los castellonenses quién de los dos grupos resulta más decisivo en la política municipal. Unidas Podemos se ha limitado a hacer de árbitro e implorar un acuerdo para no perder las altas prebendas que como partido tiene asociadas al cargo público de su líder.
Y eso es lo que ha ocurrido. Antes de romper efectivamente la baraja, los tres partidos han primado más la comodidad de sus sillones que el propio interés general de los castellonenses. Lo único que han demostrado los socios de gobierno con su acuerdo es haber renunciado definitivamente a la coherencia para no perder ninguno de los tres grupos políticos su cuota de poder. Pero no se dejen engañar. Hemos pasado del ‘Acord’ al ‘(Des)Acord de Fadrell’, el lunes se firmaba el ‘(Re)Acord’ y los equilibrios por mantener una unidad de gobierno que no existe de puertas para adentro, porque no se fían los unos de los otros, y acabarán con el tiempo siendo un ‘(Mal)Record’ para todos.
Atrás ha quedado el origen de la crisis de gobernabilidad, la que surgió por la decisión del PSOE de eliminar la Junta de Fiestas, poniendo fin a 30 años de autonomía en la organización de los festejos fundacionales de nuestra ciudad. De eso ya no interesa hablar.
En aquel momento, Compromís afirmó votar en contra de los socialistas por coherencia a su partido, afirmando que los estatutos están para cumplirse, y que así se recogía también en el propio Acord de Fadrell. Ahora, a los nacionalistas renuncian a defender su propia identidad y no les importa que su voto en contra de la extinción de la Junta de Fiestas en el Consejo Rector ni el acuerdo plenario que ellos mismos impulsaron, instando a que se convocara en un plazo máximo de 15 días la Asamblea de Fiestas para elegir a una nueva Junta, no se haya cumplido. También dan por buenas todas las amenazas que recibieron de sus ‘socios’ en público, más propia de organizaciones ajenas a la ley que de partidos democráticos. Y les da absolutamente igual también que la comisión de estatutos que se creó para modificar el marco legal que rige las fiestas no haya podido culminar su trabajo.
Todo eso les ha dado igual. Lo mismo que llevar a los castellonenses a empezar el año sin el presupuesto municipal, bloqueando el destino de 180 millones de euros que sí salen religiosamente de nuestros bolsillos en forma de impuestos y pagos, pero que luego no se devuelven a los vecinos en forma de servicios e inversiones, puesto que al aprobarse tan tarde las cuentas, no da tiempo a gastarse, y acaban devolviéndose a los bancos… Ver para creer.
