Si en estos momentos hay algo sobre lo que se tienen muy pocas dudas, o ninguna, es que algo va a pasar en los próximos días o semanas, algo que va a seguir afectando, y de forma muy relevante, a nuestras vidas y a nuestra economía.
Algo que vemos que va a ocurrir, pero sobre lo que poco podemos hacer para impedirlo, si bien sí podemos reducir su incidencia a nivel personal y también, aunque esto es mucho más problemático, a nivel colectivo, pues supone acciones conjuntas en colaboración con otras personas, o a nivel regional y nacional, con otras formaciones políticas y eso, en este país, es pedir demasiado.
Si esto que tememos que pase en las próximas semanas no es capaz de aunar esfuerzos, de pensar en el bien para todos los ciudadanos y no en la miope visión del bien solo para el partido (y todo parece confirmar que ya se ha iniciado la batalla preelectoral a más de un año vista), desaprovecharemos la gran oportunidad que esta desgracia nos da de mejorar el futuro del país y de nosotros como personas.
La incertidumbre en el futuro, en lo que vaya a ocurrir en nuestra economía personal, en la de los países europeos en general y en la española y en la castellonense en particular, está ahí y la problemática en torno al precio de la electricidad y del gas, al posible cierre del suministro de éste por parte de Rusia, ya se está notando y afectando, además de los ciudadanos, a las empresas que utilizan el gas como principal fuente de energía, como es el sector cerámico.
Pero, en todo este entorno de incertidumbres y de temores señalados sobre los que tenemos la certidumbre casi total de que van a producirse, aunque desconocemos en qué grado, hay algunas certidumbres que es importante tener en cuenta.
La primera es que el cambio climático ya está aquí, y desde hace bastante tiempo, aunque ahora se está manifestando más claramente; se dice que tal vez este verano sea el más fresco de los que vienen. Sin embargo, aún quedan personas y científicos que opinan que no es cierto, que no existe ese cambio climático; pero, no por ello, se librarán de sus consecuencias.
Otro cambio que se ha propiciado desde los problemas con el suministro de mascarillas en el inicio de la pandemia y ha continuado el año pasado con el de suministros industriales y que la situación actual ha rematado, es la globalización. Creo que ésta ha sufrido un golpe casi de gracia y que cada país está intentando disponer o acercar lo máximo posible la producción de los bienes que considera imprescindibles.
Sin embargo, la existencia de tratados internacionales en los que no se ha defendido la adecuación de las importaciones a las necesidades del mercado interno, bien por no saberlo defender los políticos de turno, bien (y eso pienso en el caso de los cítricos) por el casi nulo interés y preocupación desde hace más de cincuenta años del sector productor y comercializador y de sus organizaciones y sindicatos, continuará afectando negativamente a la producción nacional y, lo más preocupante, es que la escasa incidencia de los lobys españoles en el entramado de Bruselas seguirá impidiendo la adecuación de esos tratados a la situación actual. Esta también es, desgraciadamente, otra certeza.
Por ello, a comienzos de septiembre, con el temor ante el próximo invierno y el previsible cierre del suministro de gas ruso (aunque quiero pensar en la jugada de Putin, no cerrando el gas para no perjudicar más a Europa y forzar una negociación, lo que dividiría, seguramente, a los europeos), los ertes en el sector cerámico y la certeza más preocupante, la falta de consensos mínimos en el horizonte político español (ojalá me equivoque), nos acercamos a una recesión económica y a una creciente presión social y, por desgracia, a la pérdida de las perspectivas de cambios estructurales a los que los fondos europeos podrían dar lugar.
Temores, incertidumbres, deseos, de un ciudadano muy preocupado. ¿Y usted qué opina?
