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lunes, 20 de mayo de 2024 | Última actualización: 14:29

Rojo, que te quiero rojo

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Enrique Domínguez. Economista.

Hasta hace un mes pensaba que el color que definía a la ciudad de Castellón de la Plana era el verde, por aquello de la franja de la bandera de la ciudad; también pensaba que otro color que la representaba era el azul, por aquello de que el partido actualmente en el gobierno municipal tiene este color en su logo (también es el color de la franja que luce la bandera de la ciudad de Valencia, además del rojo y gualda por duplicado).

Pero, hete aquí que desde hace un mes el color rojo ha impregnado las retinas de mis ojos; y no es porque se haya producido un cambio en el gobierno de la ciudad (eso lo dirán o no lo dirán las urnas el próximo mes de mayo) o porque yo quiera que se produzca ese hecho, sino porque la ciudad será reconocida en el futuro por ese color, por el color del trayecto que realizará el TRAM. ¡Qué gran invento! Pero su puesta en marcha cuesta más que el parto de los montes.

Habrá que añadir la alfombra roja, que de norte a sur y de este a oeste de la ciudad la atraviesa, a los colores que hace algo más de un año destacaba en un artículo relacionado con la presentación de las conclusiones de las jornadas de reflexión sobre el próximo plan general. Lo titulaba “Verde deseable, marrón real y negro posible” y, ahora que lo pienso, el rojo también estaba presente en el título, pero de forma implícita.

Lo del verde deseable venía propiciado por la propuesta de crear un cinturón verde en el entorno de la ciudad, cinturón que ya existe pero que se va degradando a tenor de la marcha negativa de la actividad agraria.

Lo de marrón real se debe al elevado número de solares existentes sin vallar, llenos de hierbajos que, en verano, están agostados y toman ese característico color; solares que, además de las hierbas, tienen basura muy variada así como alimañas de diferentes calibres. Curiosamente, en esta ciudad parece que no es obligada su limpieza y vallado; si lo es como creo, o bien no se les obliga, no se sabe quiénes son sus propietarios, se sabe pero están quebrados o ilocalizables, o bien el ayuntamiento no tiene el dinero necesario para adecentarlos y pasarles luego la factura. Claro que si no existen o están quebrados, cualquiera hace algo para no cobrar. Pero entonces la ciudad ya no se la puede dar de ciudad limpia como se dice que es.

Y lo del color negro posible viene motivado, como ya pasó el año pasado y ha ocurrido este verano, porque, voluntaria o involuntariamente, prende un fuego y, claro, el color marrón se torna negro. Y es en este punto donde aparece el color rojo, aunque implícito; para llegar a ese color negro, antes el fuego purificador -del solar en este caso- ha lucido su característico color rojo.

Realmente esta alfombra roja se extiende cada día más por la ciudad y, esperemos que, pronto, podamos ver los vehículos que van a pasar por ella.

Castellón de la Plana será, seguramente, conocida como una de las pocas ciudades del mundo que tiene un sistema de tráfico tan sofisticado. Lástima que predomine esto más que la gestión estricta de los recursos escasos y el servicio al ciudadano en su más amplio sentido; que predomine el ser recordado más por esta innovación viaria que por haber gestionado de manera impecable un presupuesto. Pero los votos son los votos y el rojo, en este caso, puede ser un color que dé votos a los que en política no son, como se decía antes, rojos.

Rojo que te quiero rojo, aunque tus diversas tonalidades se decoloren por el uso.