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lunes, 22 de diciembre de 2025 | Última actualización: 23:02

El abrazo del oso

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Pedro Tejedo. Abogado.

En el largo y tortuoso proceso del ¿final? del terrorismo etarra, estamos asistiendo a una continuada ceremonia de la confusión. Seguro que son muchos los aspectos y factores que se nos escapan al común de los mortales, pero hay uno de esos elementos de confusión que hace tiempo que creo logré detectar: la utilización de las víctimas. Y no cualquier utilización, sino la utilización por lo que podíamos llamar fuego amigo. Me explico: Parto de la premisa de que hubo una negociación entre  ETA y el gobierno de Zapatero y los resultados de la misma (legalización del brazo político de ETA, ausencia de un relato por parte de la democracia española, mejora de la situación de los presos de ETA etc.) han sido asumidos por el actual gobierno del PP. Pues bien, para hacernos tragar esa dejación democrática, se realiza un uso espurio de las víctimas del terrorismo. Fíjense que desde hace dos años cada vez que se habla de cualquier asunto relacionado con ETA, sea Bolinaga, la doctrina Parot o la no ilegalización de las marcas blancas de ETA, se menciona a las víctimas de ETA, en concreto a las pobres víctimas.

¿Por qué en esas declaraciones se esconde al verdadero enemigo de los terroristas, esto es, la democracia española, y se sustituye por las víctimas como único enemigo de aquéllos? ¿Es una casualidad o una estrategia? Creo que es claro que se trata de una estrategia tan miserable como hábil y eficaz. ¿Qué se pretende con ello?: Hacer creer a la sociedad española que estamos ante un problema entre los terroristas etarras y las víctimas de los atentados. A eso quieren reducir más de medio siglo de terrorismo contra la democracia y la libertad, pretendiendo ocultar que en realidad de lo que se trata es de un conflicto entre los terroristas de ETA y su entorno y la democracia española, entre el terrorismo y la ciudadanía, porque ahí, en esa lucha que se ha librado durante más de medio siglo, estamos usted y yo y todos los demócratas. Para que no se vea que cuando no se aplica la ley de partidos y se permite que las marcas blancas de ETA se presenten a las elecciones, se está atentando precisamente contra esa democracia cuya defensa costó la vida a Gregorio Ordóñez, a Joseba Pagazaurtundua y a tantos otros.

Una vez reducido el problema a una cuestión entre etarras y víctimas, todo es más fácil. El ciudadano queda desactivado, lo que es condición imprescindible para que el poder pueda obrar miserablemente. El primer paso es dar a las víctimas el abrazo del oso, ahogarlas públicamente en un baño de elogios, facilitando que asuman el protagonismo de la lucha contra ETA, todo ello sobre la base de su justa causa pero obviando que se las deja solas, ahí la trampa, y el desenlace es inevitable: al principio se comparte la actitud de las víctimas por el dolor sufrido; después, poco a poco, imperceptiblemente, aparece un cierto cansancio y hastío hacia esas aún pobres víctimas; un poco más y ya aparece el reparto de papeles, voces que las critican por su actitud cerril y vengativa, aunque los amigos en el poder siguen saliendo en su defensa, cuando ya es una opinión extendida que las víctimas cuanto menos exageran y son muy radicales; un paso más y las críticas ya calan entre las propias víctimas que se dividen y pelean entre ellas, y por fin, un pasito más, el último ya, y ¡¡alehop!! las víctimas se han convertido en un problema para la paz y han perdido cualquier atisbo que todavía conservaran de referente moral para la sociedad.

Mi intención al denunciar la actitud de los amigos de las víctimas hacia ellas – no incluyo a quienes actúan, sin duda, de buena fe -, la utilización espuria de las mismas, no es defender a éstas o, al menos, no es esa mi pretensión fundamental. Lo que trato de denunciar es que con esa estrategia del establishment político, lo que se está consiguiendo, más allá de denigrar a las víctimas, es algo todavía más grave y peligroso, es denigrarnos a todos los ciudadanos españoles, que de la noche a la mañana hemos dejado de entender la lucha contra ETA como algo que nos afecta directamente en nuestra condición de ciudadanos de una democracia, con la consecuencia de dejar de luchar por lograr un final de ETA con vencedores, la democracia española, y vencidos, los terroristas.

Mi denuncia, pues, es un llamamiento a los ciudadanos a fin de que no queden desactivados ante el proceso del final de ETA, porque hacerlo supondría no respetarse como ciudadanos, como demócratas; no comprender que lo que está en juego no es sólo que una banda terrorista mate o deje de hacerlo, lo que está en juego es el triunfo político de la democracia frente al terrorismo totalitario. Hay muchos posibles finales de ETA, pero sólo uno válido para un demócrata.