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domingo, 28 de diciembre de 2025 | Última actualización: 21:34

El muro ideológico que quiebra Ucrania

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Pablo Royo. Humanista.

La brecha ideológica que rajó Occidente y la ciudad de Berlín tras la Segunda Guerra Mundial sigue latente estos meses desgarrando el alma de la sociedad ucraniana.

En carne viva está la herida ideológica que tras medio siglo de aparente cicatrización, ha ensangrentado la Plaza de la Independencia de Kiev y las páginas de la historia más actual de Europa.

Y es que las secuelas sociológicas de la Guerra Fría atormentan a este país, sumido en una alarmante situación de inestabilidad política, debilidad económica y rebelión social.

De ahí que para algunos intelectuales europeos Ucrania sea el foco de un nuevo capítulo de la Guerra Fría entre Rusia y EEUU dentro de territorio europeo, enfrentadas de nuevo por el alcance de Occidente en el mundo, ante el recelo ruso que ve como pierde influencia en estados que formaban parte de la ya esfumada URSS, como Letonia, Estonia, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Serbia,… hoy pertenecientes a la UE. Y ahora Ucrania, inoperante ante el pulso entre las dos fuerzas antagónicas que quiebran el país, divididas en el SE por el bloque comunista, y el NO capitalista.

La mecha de la discordia se encendió el día 21 de noviembre de 2013, en la que Viktor Yanukóvich, presidente ucraniano del Partido de las Regiones, tomó la decisión de suspender un acuerdo comercial con la UE, y posicionarse del lado de la Rusia de Vladimir Putin, principal socio comercial de Ucrania. Este acercamiento a Rusia, según los opositores, preparaba la inclusión de Ucrania en la Unión Euroasiática, asociación aduanera tutelada por Putin, de la que ya forman parte Bielorrusia y Kazajistán. Sin embargo, tanto Putin como Yanukóvich lo desmintieron. Por otro lado, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia señaló a la política europea como responsable de alimentar las protestas proeuropeístas.

Mi mirada temblaba frente a la pantalla al ver más de 70.000 personas desesperadas frente al Parlamento de Kiev, reclamando un cambio político que se alejara de las corruptas dictaduras comunistas que han empobrecido al país, atrasado y caduco.

Pasearé entre las cenizas de esa plaza desolada que ha visto morir ya a un centenar de personas y arrastrarse a más de quinientos heridos; desnudaré los suspiros agonizantes de la fragancia fatal del comunismo que atenaza el país, podrido e indigno; repasaré los intereses económicos que asocian a Ucrania con Rusia, y a ésta con la UE, así como el entusiasmo imparable de intelectuales y jóvenes ucranianos que quieren formar parte de la UE, del mismo modo que el interés y preocupación internacional por este conflicto.

El comunismo es el curso de enamoramiento social más frenético y pasional que el hombre político ha experimentado en la historia, nutrido de las ideas marxistas de igualdad económica y justicia social. Es el idilio que desprende ese perfume venido de la más frondosa utopía y entusiasma atrapando al hombre filántropo. De esta fuente de la ilusión bebió un país sediento de esperanza, y en busca de esos ideales que contribuirían a mejorar al hombre para crear una sociedad más justa: sin clases ni propiedad privada, que abogaría por la igualdad en detrimento de la libertad económica, que acoge el capitalismo. También los privilegios sociales y económicos serían derogados, y se suprimiría el Estado como máxima institución opresora en manos de la burguesía, para pasar a manos del pueblo.

Pues bien, la URSS, desmembrada e inexistente desde su caída en 1991, fue la que más perdidamente se enamoró del comunismo desde inicios del siglo XX. Sin embargo, este amor sociopolítico que se comprometió a ser incondicional y velar por los intereses de los trabajadores acabó siendo el mayor fraude social de la historia política universal, aterrando en ocasiones a las sociedades contemporáneas.

Así pues, la revolución social con trasfondo político e ideológico que vive hoy Ucrania, desgarrada de Rusia en 1991 al hacerse independiente, manifiesta hoy el deseo de desatarse del dominio ruso, para unirse a la UE, ante el desamor comunista de una nación que ha visto con sus propios ojos desvanecerse su sueño político-nacional. El mismo que prometía prosperidad y bienestar social, y lo único que trajo consigo fue la experiencia de diversas dictaduras comunistas injustas, corruptas y desalentadoras, que han enardecido la incontenida y encolerizada Revolución Euromaidán, que ya alentada por la Revolución Naranja de 2004, ha enfrentado estos meses a la policía antidisturbios y opositores con expectativas europeístas.

Sin embargo, todavía existen fuertes reductos comunistas, que apoyan la dictadura de Yanukóvich, atrapados por ese nimbo vehemente que no deja de envenenarles, incluso viendo como el comunismo ha carcomido la dignidad de la ciudadanía ucraniana.

En cambio, el capitalismo no enamora, el neoliberalismo no disfraza la realidad, sino crea un sacro mercado libre que se vende a lo estrictamente positivo, pues no entiende de emociones, ni de ilusiones, ni de justicia, sino de beneficios divinizando el imperio del materialismo. Análisis antropológico que se basa en la agresividad, la competitividad, el instinto de supervivencia y el concepto de egoísmo del hombre que se alía con el individualismo más atroz. Todo ello, paradójicamente, ante la mínima intervención de los gobiernos europeos en asuntos económicos, contribuyó a potenciar el crecimiento económico que condujo al progreso y la prosperidad europea y occidental, pero también provocó desigualdades económicas abismales en la historia global, y una profunda crisis económica que debería reformular las bases de la sociedad occidental si su objetivo es que continúe siendo un modelo viable, no esquizofrénico.

Así, la división ideológica-social ucraniana se enfrenta a este frágil dualismo político.

En el ámbito económico, la Rusia de Vladimir Putin, principal socio comercial de Ucrania, está interesada en la posición estratégica ucraniana en el área euroasiática. Además, Rusia abastece de gas a Ucrania, y a través de ésta conectan los gasoductos que traspasan gas ruso a la UE. De ahí, el interés de la UE por resolver el conflicto, al poder verse mutilado su aprovisionamiento de gas que podría tambalear el sistema económico europeo. Pero, Rusia también ha de caminar con pies de plomo, ya que su posible bloqueo de la exportación de gas estancaría severamente su economía.

Por ello, desde la UE se acusa a Rusia de haber forzado a Ucrania a rechazar el acuerdo comercial con la UE, al comprometerse en diciembre de 2013 a comprar 15.000 millones de dólares en bonos del estado ucraniano a cambio de reducir el precio del gas.

Por otro lado, desde la revista Krytyka se publicó “La carta abierta de intelectuales a la comunidad internacional” hace un mes, redactada por profesores, científicos, artistas, doctores, abogados, pedagogos, y periodistas a sus conciudadanos y a la comunidad internacional. En ella, mostraron su apoyo a los opositores ante la actitud antidemocrática y usurpadora del Partido de las Regiones.

Como hemos visto, el análisis de la realidad ucraniana se enmarca en una problemática tridimensional, que sacude al unísono las dimensiones política, social y económica.

Las fauces de un comunismo podrido y prácticamente obsoleto, que expropia al pueblo y se envicia a lo económico, no a lo social y equitativo, unido a una fuerte dependencia económica-comercial de Rusia, pero con vistas a integrarse en la UE para enmarcarse en un substrato democrático que impulse su desarrollo económico, sumen a Ucrania en un encrucijada en la que diversos países tienen puesta su atenta mirada, pues un trastorno en las provisiones de gas y petróleo puede ocasionar graves consecuencias en la política económica global, como advierte la comunidad internacional ante la brecha que se ha desgarrado en la ciudadanía ucraniana.

En los últimos días, Yanukovych ha sido destituido. El Parlamento ha puesto en libertad a Yulia Timoshenko –la conocida como Juana de Arco ucraniana que fue condenada en 2011 a siete años de cárcel por abuso de poder-, tras pasar tres años en prisión por supuesta corrupción política. Sin embargo, es Alexandr Turchinov, dirigente del partido de la misma Timoshenko, el elegido como presidente del Parlamento y primer ministro provisional hasta las elecciones que se han convocado para el próximo 25 de mayo. Por su lado, los partidarios rusófilos de la dictadura de Yanukóvich tachan de fascistas a las protestas que han golpeado al estado ucraniano, y también desde Rusia se cuestiona la legitimidad del nuevo presidente.

Hoy Ucrania, está al borde del colapso financiero por una pésima gestión de lo público, con una virulenta bipolaridad ideológica y una vacío de poder y legitimidad política que difícilmente solventará la grave problemática que sacude al país.

En palabras del ilustre Karl Marx, Padre del Comunismo “la desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”. Y ese es el problema a mi modo de ver, pues hasta que la política no aprecie y proteja la integridad humana frente a los intereses económicos, continuaremos viviendo en cualquier parte del mundo la aniquilación de la democracia, del diálogo y la palabra, ante la soberbia y necedad de gobiernos déspotas que no escuchan a sus pueblos. Pues ahora la cuestión es:¿Hacia dónde terminará girando el cuello de Ucrania? ¿Hacia el este o hacia el oeste?

Gire hacia dónde gire Ucrania debe ser la ciudadanía la que marque el camino político el próximo 25 de mayo, con la pretensión democrática de que el estridente silencio que ahora perturba el aire en la plaza de la Independencia tras un centenar de civiles muertos no vuelva a enmudecer la voz del ciudadano, el sonido de la auténtica legitimidad.