Noticias Castellón
jueves, 25 de abril de 2024 | Última actualización: 21:31

El aborto de la más jodida libertad

Tiempo de Lectura: 8 minutos, 42 segundos

Noticias Relacionadas

Pablo Royo. Humanista.

No tienen suficiente con haber conseguido devaluar la vida material de millones de personas con su pésima gestión de lo público, ahora se meten de lleno en nuestras vidas, para abortar la más jodida libertad que tiene una mujer, el aborto.

En primerísimo lugar, el frágil asunto de la interrupción voluntaria del embarazo merece una sutileza en mayúsculas, la gran ausente en el Congreso de los diputados.

Pregunto: ¿Cómo es posible que unos políticos tengan la soberbia de determinar sobre un asunto que requiere tanta individualización, tanta intimidad, tanta privacidad? ¿Por qué, por qué no se mantienen al margen y delegando competencias permiten que evalúen la problemática profesionales de diversos ámbitos como psicólogos, abogados y jueces, humanistas, antropólogos, expertos en bioética, médicos, enfermeros,… y plataformas de ciudadanos? ¿Quiénes se creen para imponer unilateralmente una ley que, aunque apoyada en el Congreso por sus diputados no cuenta con la aprobación y consiguiente consentimiento del resto de partidos políticos? ¿A eso le llaman democracia, a desoír la voz de la mayoría y de la intelectualidad española y europea?

No se dan cuenta, ustedes no poseen competencia intelectual para tratar asuntos de este calibre. Y es que precisamente el cuerpo político no es el mejor colectivo para dar lecciones morales a la sociedad española ante un fraude brutal de la vocación política.

El anteproyecto de ley del aborto que propone el PP está suscitando diversas reacciones en las ciudades españolas, que convulsiona al conjunto de nuestra nación, y también agrede las bases jurídicas de la UE, en esa búsqueda lasciva del gobierno de restringir el derecho al aborto de la mujer, poniendo trabas en la demostración del daño psicológico que ha de estar avalado por diversos informes médicos, así como a suprimir la malformación fetal como motivo de aborto, a no ser que suponga riesgo psíquico.

El polémico anteproyecto de La Ley de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada, tutelada por el ministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón, divide a la sociedad en detractores y defensores que podrían representarse fundamentalmente en dos corrientes ideológicas. Por un lado, la visión conservadora de diversos colectivos, así como la Iglesia defienden la vida a ultranza, y por lo tanto al no nacido como un humano en potencia al que se le quita la vida. Por otro lado, se manifiestan las voces progresistas y feministas desde un prisma que aboga por el derecho a decidir de la mujer. Por lo tanto, el debate se centra en el enfrentamiento del derecho axiomático e irrebatible a la vida del nonato y el derecho irrevocable a la libertad de aborto de la mujer, un gran dilema moral que subyace una controversia que entraña una complejidad de difícil resolución ética-jurídica.

Pues hay muchos matices, puntos y comas que analizar desde un enfoque jurídico y ético respecto a este asunto vital que no debe politizarse. Sin embargo, la prepotencia y el autoritarismo del PP, mostrando un hermetismo implacable, desoye al resto de partidos políticos, a los profesionales e intelectuales y a la misma sociedad civil, cuyo eco denota una vez más la decaída de lo democrático ante un autoritarismo moral que se apodera de la vida de las personas, faltando severamente al diálogo, y por ende al compromiso social y político.

Comprendo y en parte estoy de acuerdo con la postura que toma la Iglesia, pues valora y protege la vida como un dogma inquebrantable, aprecio verdaderamente esa sensibilidad que muestra –abiertos solidariamente a la adopción-, pero lo que no me concuerda es que esa posición no tenga en consideración las circunstancias históricas, personales o vitales que giran en torno a la situación de la mujer de hoy que tiene una gestación no deseada. Desde mi apreciación, su rechazo al uso de los métodos anticonceptivos, y su aprensión generalizada a la sexualidad, demuestra una moralidad inadaptada a los tiempos que corren, de incesante secularización, en los que la sociedad juvenil, hedonista y cargada de un narcisismo exacerbado, sitúa la sexualidad como el centro de sus vidas, pues el Sexo es el templo de muchos jóvenes, y también adultos de hoy. De esta manera, considero que este inmovilismo petrificado del corpus ideológico religioso no corre al ritmo de las ideas de la contemporaneidad que han transformado al hombre, más arraigado al ello –lo instintivo- que al Superyó –lo estrictamente racional- en términos freudianos.

Sin embargo, este imperio del sexo aliena al hombre de hoy. Pues, aunque indiscutiblemente este es un aspecto de la vida, algo natural e inherente al hombre, y posiblemente en su realización la más sublime sensación de placer que pueda experimentar, uno no debe banalizarlo hasta extraviarse en un libertinaje descontrolado. Pues una mujer debe ser completamente libre de hacer con su cuerpo lo que quiera, del mismo modo que el varón, pero recordemos que la libertad positiva implica en sí misma responsabilidad. Pues un polvo efímero descuidado puede traer consigo un nuevo ser, y entonces es cuando se complican las cosas. Por eso, una educación sexual integral familiar y escolar prevendría en gran medida una parte de las gestaciones no deseadas a edades tempranas.

Así pues, estoy en contra del relativismo moral que se desgaja de la libertad para convertirse en el libertinaje de algunos jóvenes que inmaduros no son conscientes de que tienen el inmenso poder de invitar a la vida a un nuevo ser humano.

Pero, no sólo son jóvenes las mujeres que abortan ni mucho menos. Pues hay diversos motivos que llevan a una mujer a no desear engendrar a un nuevo ser: el momento vital, crisis sentimentales, depresiones, el infortunio de malformación genética, las causas económicas, un descuido o “accidente”, posibles riesgos que puedan presentarse en el parto… pues hay tantos matices como personas y parejas… que no pueden ignorarse, pues como decía hay que evaluar a la sociedad de hoy para así estudiar las respuestas éticas, y en consonancia jurídicas que se deben dar para regularizar adecuadamente este asunto. Por lo tanto, el estudio pragmático y sincrónico del hombre de nuestros días es básico para determinar qué posibles resoluciones jurídicas son las más congruentes.

Y es que puede ocurrirle a cualquier mujer, de cualquier edad, condición socioeconómica y creencia religiosa. Pues, la postura más conservadora se olvida de que el humano es un ser imperfecto, que puede no hacer las cosas como debe, e incluso haciéndolas como debe equivocarse. Porque si no hay cabida al error, esa legislación que se pretende no es aplicable al hombre, sino a ese ser perfecto e impoluto en el que se proyecta la religión cristiana, que condena los apetitos del cuerpo para alimentar sólo al espíritu. Por favor, dejen de dar la espalda a la esencia humana, pues el hombre no es sólo espíritu –razón-, es una criatura que brota de las entrañas de la Tierra, y en Ella un ser más inseparable de su animalidad, y por ende, erógeno. Pero claro está que este análisis naturalista-humanista colisiona con la cosmovisión de la antropología cristiana.

Por su parte, las diversas organizaciones feministas conciben que la mujer es quien debe tener el derecho de abortar siempre que lo desee, como dueña de su cuerpo y, por lo tanto, libre de hacer lo que quiera. Craso error.

Primero, me irrita el destierro del hombre que una facción del feminismo promueve, pues aunque no geste por naturaleza al nuevo ser, este es un pedazo suyo.

Respecto a la noción de libertad, el planteamiento no puede estar más equivocado. Porque uno es libre cuando es responsable de sus actos. Así pues, no me vale la  libertad negativa -irreflexiva- “del hago lo que quiero, sino del querer lo que hago”, siendo en ese curso de valoración del otro y de uno mismo donde nace la responsabilidad.

Desde mi punto de vista, el aborto requiere la sabiduría de la comprensión, para abordar desde todos los vértices la problemática en cuestión, porque como he expuesto, hay piezas de verdad en todas las posturas analizadas, pero la verdad es plurívoca, de ahí que sea una necesidad democrática involucrar a la sociedad en el debate.

Porque sólo así, se examinará desde el prisma más auténtico y universal al hombre, desnudo, desprovisto de disfraces ideológicos, despolitizando el debate para centrarnos en un marco histórico-sociológico que permita reconocer quién es hoy, en ese proceso de reconstrucción incesante que aborda la antropología social y la ética contemporánea.

En definitiva, estoy en contra de la iniciativa antidemocrática del gobierno del anteproyecto de ley del aborto, pues a mi forma de ver delata un autoritarismo moral que inyecta una sobredosis del conservadurismo más reaccionario y desfasado que se inadapta a la realidad social de nuestros días. Una sociedad que secularizada y hedonista, y extasiada de narcisismo se halla desatada de la trascendencia, además de  golpeada por una grave crisis económica. Sin embargo, bajo ningún contexto tolero la frivolidad a la vida, el trivializarla de ninguna de las maneras.

Por lo tanto, comprendo ambas perspectivas, las protestas y demandas sociales que vienen de un frente y de otro,… puedo comprenderlo todo. Sin embargo, lo que es inadmisible es la autoritaria reforma de ley, cruda y retrógrada, del PP de restringir por imposición el aborto, ante un arrebato de moralismo hipócrita, porque a nadie le causa placer abortar, más bien todo lo contrario, amargura y desaliento en muchas ocasiones, pero si por determinadas circunstancias extraordinariamente personales una mujer decide tomar la decisión de abortar, debe ser ella en última instancia la que gobierne de lo que se está gestando en su interior, no ustedes, pues el mismo aborto supone una tremenda responsabilidad.