María B. Alonso. Psicóloga Clínica y Forense. Coordinadora UNED Castellón.
Fuera de connotaciones modernas, postmodernas, morales y amorales y valoraciones del tipo “que las relaciones afectivo –sexuales, han cambiado”, “que se ha producido una ruptura del modelo tradicional, debido a las nuevas tecnologías y otras influencias de las nuevas sociedades provocadas por los cambios de roles, por las nuevas formas de familia, por la pérdida o no de valores tradicionales…”, las personas podemos llegar a romper vínculos afectivos de pareja, por la infidelidad, tanto cuando somos los protagonistas de la misma como cuando sufrimos la infidelidad de nuestra pareja. Es decir, en una sociedad cambiante la infidelidad sigue siendo uno de las experiencias más dolorosas que podemos padecer las personas, estado de total vigencia y actualidad, siendo motivo de consulta en despachos de profesionales de la salud, por todos los efectos que provoca: dificultades de sueño, procesos de duelo, de estrés, de depresión….
Se verbalizan y evidencian conceptos, tras una infidelidad destapada, como pérdida de la confianza, perdida del respeto, perdida de la autoestima, perdida de la seguridad, ruptura de la pareja, divorcio, separación, duelo y un largo etcétera de conceptos y, ante todo, de sentimientos disruptivos de dolor vinculados a los llamados “hechos de infidelidad”. Incluso en algunos sujetos pueden desencadenar ataques de ira, de rabia, de violencia y llevar a resultados de delitos de sangre por esta causa, llevando incluso al extremo de lo que se denomina “homicidios pasionales”.
Finalmente hay parejas que, tras la crisis de infidelidad, se reconcilian y siguen adelante, superando totalmente (o en parte) el dolor y el sufrimiento, el resentimiento y la culpa…
Como puede valorarse tras un primer análisis, las emociones, sentimientos y conductas que rodean al proceso de infidelidad, son de las experiencias humanas que más daño producen en las personas y son la causa de ruptura de un gran porcentaje de parejas. También son de una elevada frecuencia, no es de extrañar que en alguna ocasión de nuestras vidas o hayamos sido infieles o hayamos sufrido la infidelidad de nuestras parejas, o incluso puede haber pasado uno de nosotros por varios de estos contextos, llevando a veces el estandarte de “Infiel” o de “engañado”.
La respuesta a la infidelidad, en el engañado, pasa por varias fases: inicialmente estamos rabiosos, nos sentimos dolidos, precisamos que el otro pague por lo que ha hecho, que se sienta mal , que sienta nuestro dolor, sentimos traición, lo más común de este momento son los reproches… En un segundo momento, empezamos a intentar comprender indicadores e indicios anteriores, que quizás no queríamos ver, aparece la necesidad de búsqueda de respuestas, de buscar culpables, aparece la sensación de pérdida de sentido y de control en nuestras vidas… con esta sucesión aparece la sensación de vacío, de no capacidad de amar, de sentir lo que significa traición, aparece la convicción de no poder superarlo, de no poder perdonar, de no volver a enamorarse.
Finalmente pasados un tiempo prudencial que puede durar varias semanas, aparece la necesidad de curarse, de empezar a ilusionarse con otras cosas, aparecen las intenciones de “nunca jamás”, de buscar felicidad en otras cosas, de compartir otros afectos… Este nuevo proyecto de superación no debe llevar más allá del plazo que se otorga a un duelo resuelto, no superar el año, todo duelo que supere un año, debe de ser valorado por un experto.
Llegados a este punto pueden pasar varias cosas, que realmente podamos perdonar a quien nos fue infiel, pero sigamos adelante con nuevos proyectos de vida, que veamos con cierto escepticismo e incluso nos reconfortemos pensando “que bien que se descubrió todo”, “más vale saberlo que vivir una mentira”, “no me quería y ha sido lo mejor”… También puede pasar que intentemos comprender que motivos, llevo a nuestra pareja a ser infiel y perdonamos para retomar la relación y reformular la relación, para este punto evidentemente tiene que haber habido una intencionalidad en el infiel, de búsqueda de perdón y reconciliación, así como promesas hacia el futuro.
Pasado un tiempo y si la naturaleza no nos cambia, la vida nos ayudará poniendo en el camino, a aquellos que decidimos seguir solos, a alguien que nos hará de nuevo ilusionarnos, emprender un nuevo proyecto afectivo – amoroso, o tal vez, sigamos valorando nuestra independencia y seguridad en nosotros mismos lejos de una relación de pareja o de otro tipo, quien sabe por cuánto tiempo. Pero ante todo, estaremos emocionalmente estables.
Aquellos que decidieron volver a intentarlo pueden pasar también varias cosas: en primer lugar, que el retomar la relación tras un periodo de reajustes y de mucha comunicación la pareja salga fortalecida, con un gran esfuerzo y dialéctica constructiva, pero también puede pasar que ese retorno sea en falso, que no se ajusten los cambios precisos y que ocurran dos circunstancias, o bien que el infiel vuelva a serlo, ya que no se modificó las circunstancias que hacían que lo fuera en el pasado, o bien que el que ha sufrido la infidelidad no esté capacitado para perdonar, no elabore adecuadamente su vuelta y los sentimientos de inseguridad y pérdida de confianza no puedan subsanarse, y se acabe rompiendo la pareja definitivamente.
Con toda la modernidad existente, y todas las nuevas formas de infidelidad emergente, el ser humano en la historia de su filogénesis necesita del afecto íntimo, de los lazos de apego, y siempre que ésta seguridad afectiva se rompe, sufre. No importa lo tecnológicos que nos hayamos vuelto.
































