Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Las dos ciudades han compartido portadas de periódicos, semanarios, cabeceras de programas de noticias, y así en todas las posibles variantes de los distintos medios de comunicación. Terrible contraste su protagonismo, mientras en Río dos millones largos de jóvenes desbordaban la ciudad carioca con un ambiente pletórico de alegría, juventud e ilusión por construir un mundo mejor desde los postulados cristianos, en el otro lado del charco la milenaria ciudad de Santiago, una de las fuentes de la cultura europea, un desastre provocado por el descarrilamiento del tren de alta velocidad destino a Santiago, cercenó casi 80 vidas junto a varias decenas de heridos, con un buen número de ellos con un pronóstico médico grave.
Ya habrá tiempo para estudiar y evaluar las conclusiones que las investigaciones arrojen sobre las causas de tan desgraciado accidente. Distintas administraciones competentes, desde el Ministerio de Fomento hasta la Xunta de Galicia se han puesto manos la obra con la finalidad de desenmarañar la causa principal de cómo un tren afrontó un tramo de su recorrido a más del doble de la velocidad permitida. Pero intuyo que el error humano pesará mucho en la conclusión final, aunque tiempo al tiempo. Quizás lo que haya unido a las dos ciudades, tan separadas en el mapa, ha sido el magnífico ejemplo que personas anónimas, sin pensar nada más que en la ayuda que puedan ofrecer, han dado al mundo entero. En el caso de Río, miles de jóvenes se han machacado para organizar un evento que acogiera a centenares de miles de personas llegadas de todas las partes del mundo, y sólo a efectos de organización el resultado ha sido magnífico. En Santiago, las largas colas frente a los centros de salud y a los hospitales a fin de donar sangre destinada a los afectados del accidente ferroviario hablaba por sí sola, al igual que la actuación de los vecinos del barrio donde ocurrió la tragedia. Sin pensar en el peligro que podía todavía existir, muchas personas atendieron a los heridos, y ayudaron a mantener la calma hasta la llegada de los cuerpos sanitarios, de policía y de bomberos, tres cuerpos cuya actuación rozó el heroísmo.
Fiesta en una ciudad, tragedia en la otra. Un abismo aparente entre las dos y sin embargo, aparecen unidas por un mismo espíritu: el de aquella gente que ayuda de forma generosa y sin límites, acciones que llevan a mantener una cierta confianza en el ser humano. El Papa Francisco lo ha resumido muy bien estos días: "no es una época de cambios, si no el cambio de una época", que a buen seguro no será mala con dos referentes tan potentes como Santiago y Río de Janeiro.































