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domingo, 21 de diciembre de 2025 | Última actualización: 21:27

Pendiente de consenso

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

El fragmentado mapa político creado a raíz de las pasadas elecciones autonómicas y municipales, ha requerido de toda una serie de pactos y acuerdos entre las distintas formaciones políticas, en un escenario de ausencias de mayorías absolutas. En el caso valenciano, los Ayuntamientos de las tres capitales se encuentran dirigidos por coaliciones conformadas por Compromís y el Partido Socialista, con el singular apoyo de las plataformas locales de Podemos. Esta triple alianza ha catapultado al socialista Ximo Puig a la Presidencia de la Generalitat, con un Consell conformado en coalición con Compromís, siendo la mediática Mónica Oltra la cara visible del nuevo equipo rector de la Generalitat.

La verdadera prueba de fuego sobre el grado de consistencia de los nuevos socios de gobierno, se acreditará en el proceso de elaboración de los presupuestos para el próximo ejercicio 2016. La retórica ampulosa y los grandes eslóganes cacareados hasta la saciedad, deben ser puestos en práctica, y la realidad no se pliega a los buenos deseos. Así de tozuda es. La política también implica gestión de los recursos, y una impaciente ciudadanía a buen seguro no se conformará con meras operaciones de cosmética, por parte de quien lo ha prometido todo. Llegó la hora de gobernar, Señorías, ya no son oposición.

La mayoría de las nuevas coaliciones de poder han establecido su ‘Hoja de Ruta’ a través de programas de gobierno (más bien catálogos de buenas intenciones), estructurados en torno a grandes ejes programáticos y con una prolija enumeración de objetivos de bienestar social, regeneración política y transparencia gubernativa. A mi juicio, el Acuerdo del Botánico, eje de actuación programática que articula al nuevo Consell, es tan genérico como falto de concreción.

Muy bonito y muy estupendo en su contenido, pero prácticamente los Cinco Bloques que trata (cambio de modelo productivo, implantación de un gobierno transparente y participativo, compromiso de transparencia, ética en la gestión, y un largo etcétera) no articulan medida alguna de acción política que indique el modo en qué se va a aplicar el citado Acuerdo.

De momento todavía cuela que el Partido Popular y su gestión han supuesto un verdadero desastre, pero la flamante Vicepresidenta Oltra tendrá que comenzar a explicar la batería de soluciones aprobadas por el nuevo Consell para encauzar la situación, y me huelo que alguna que otra chocará con promesas electorales esgrimidas en fechas muy recientes (por ejemplo la sobada reapertura del antiguo Canal 9, que ya vamos viendo cómo se dilata en el tiempo...).

El nuevo curso político a buen seguro alcanzará niveles de intensidad muy alta. Esperemos que nuestros representantes se encuentren a la altura que el actual ciclo político demanda, con una más que plausible reforma constitucional en ciernes. Tiempos de acuerdos y de consensos, la Constitución de 1978 y su vigencia han supuesto un verdadero éxito para España en todos los aspectos, pero sus evidentes disfunciones requieren de una puesta a punto: lograr una verdadera independencia entre los distintos poderes e instituciones del Estado, evitar el control partidista de los mismos, clarificar el marco competencial del Estado Autonómico, diseñar un modelo de participación ciudadana en forma de iniciativas legislativas populares o foros cívicos, redefinir el papel del Senado, y así un largo etcétera. Todo queda pendiente de consenso (aunque algunos partidos que van de participativos y abiertos, en cuanto se replica parte de su ideario, tachan de antidemocráticos al crítico o al oponente), por parte de los grandes partidos; en ellos recae que la ciudadanía devuelva cierto grado de confianza en la clase política.

La economía adquiere un rango muy importante dentro de la gestión pública, pero la ética y la responsabilidad ante los errores de gobierno, también han alcanzado una creciente relevancia dentro del sentir  ciudadano. El momento actual no sólo implica una época de cambios, si no un verdadero cambio de época: y al igual que en el período de la Transición de 1975 a 1978, se requerirá dosis de acuerdo, flexibilidad y generosidad, y no únicamente por parte de los políticos, también de los ciudadanos.