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viernes, 26 de diciembre de 2025 | Última actualización: 15:27

No podrán

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

Sonará muy a tópico, pero estos días de Navidad se convierten en  mis favoritos dentro del complicado calendario en el que la frenética vida cotidiana nos aprisiona. Debajo del consumismo desenfrenado, el deseo de evasión por medio de un ocio sedante y un endulcorado buen rollismo, permanecen bien arraigados y fuertes sentimientos como la familia, las pequeñas grandes experiencias llenas de afecto y generosidad y que llenan la  vida en familia, y sobre todo un profundo deseo interior de hacer las cosas un poco mejor cada día.

Una frase que ha sabido condensar lo mejor de estas fechas tan especiales, la he encontrado en la felicitación navideña que ha remitido el Rey Felipe VI (la primera de su reinado), y reza del siguiente modo: “Qué la ilusión, la esperanza y los buenos deseos de la Navidad permanezcan más allá de estos días de celebración”. De un modo conciso y claro, el nuevo monarca expresa que los sentimientos de fraternidad y unión que convierten a la Navidad en unas fechas tan especiales, se conviertan en un hábito y no en una mera ilusión que luzcan brillantes unos días, y como la iluminación decorativa de las calles, se apague al inicio del Año Nuevo, arrinconándose hasta dentro de doce meses.

Sin embargo, hay noticias que cercenan cualquier ilusión, sesgando los buenos sentimientos como si una amputación se tratara. A finales de la semana pasada, un comando de fanáticos talibanes asaltó una escuela infantil en la ciudad de Peshawar, perteneciente al lejano Pakistán. La escaramuza se saldó con la muerte de 148 niños y niñas, con edades comprendidas entre 7 y 17 años. La noticia tuvo un eco tan amplio como fugaz, diluyéndose entre los éxitos del Real Madrid y los incrementos porcentuales sufridos por la venta del Gordo de Navidad respecto al pasado año 2013… como mucho una ingenua portada.

En estos días donde la vida es motivo de conmemoración, unos fanáticos miserables cuya única causa es la muerte, arrasan con vidas inocentes, justo con aquellos seres más indefensos ante su estéril lucha. El Mal existe, y asesinos con rostro de talibán demuestran el valor que conceden a la vida: ninguno. Las imágenes de los padres de los escolares asesinados, y que se han reproducido en televisión, son los suficientemente desgarradoras para dejar sin sentido cualquier término o palabra que intente describir el horror y sufrimiento que contienen. Cruel sinsentido de este mundo, que entierra informativamente tanto sufrimiento, bajo capas de falsa alegría y consumismo.

Pero me enseñaron mis padres que la verdadera Navidad, no niega el sufrimiento y el odio que atenazan a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, si no que los sustituye por el mensaje de esperanza y perdón encarnados por el Niño Dios nacido en Belén hace dos mil años. El mundo que conoció Jesús, como el de ahora, siempre estará necesitado del mismo mensaje: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombre de buena voluntad”, y contra la libertad que nace de la paz, nunca, ni el odio ni el fanatismo de los asesinos de niños, podrán nunca.

Feliz Navidad a todos.