Rafa Cerdá Torres. Abogado.
El nivel de intensidad que se está alcanzado estas últimas semanas, en las esferas de la España Oficial, se encuentra en un grado propio de estas fechas de fin de curso. Las élites políticas se esfuerzan en ofrecer resultados más o menos factibles, a las distintas propuestas que durante todo el curso han venido desgranando, los sindicatos evalúan el resultado de su presión en la calle ante decisiones que en el orden laboral se van imponiendo, hasta los clubes de fútbol estudian qué frutos se han conseguido dentro de los diferentes torneos que se suceden a lo largo de la Liga. Todo ello resulta muy interesante pero también aparece muy alejado de la rutina ordinaria del día a día.
El mes de mayo que comenzamos a despedir se transforma en la época favorita de multitud de familias a la hora de celebrar actos como Comuniones y Bautizos. Se trata de celebraciones por una gran mayoría conocidos, y que sin embargo, vividos a nivel familiar suponen la consecución de uno de los días más señalados dentro de la pequeña historia de cada familia que tiene el gozo de disfrutar el modo en cada uno de sus integrantes va creciendo, o bien se incorpora a la familia. No es mi propósito teorizar sobre el significado ceremonial que recae sobre estos actos, pero sí celebrar, apoyar y alegrarme en cómo muchas personas dan lo mejor de sí mismas para reunir a sus amigos y familiares, festejando lo bueno que implicar compartir un destino juntos. Esa fecha en el calendario posee una luz especial, que a buen seguro ilumina la pequeña intrahistoria de tantas personas.
Fuera de la vida oficial, también hay vida, y durante este mes de mayo se advierte que puede ser alegre, festiva y familiar, trayendo un poco de luz a los días que nos están tocando vivir.
