Rafa Cerdá Torres. Abogado.
Escribo estas líneas sin conocer los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo que acaban de celebrarse este domingo, en menos de una hora se volcarán toda una serie de datos relativos a índices de participación ciudadana, asignación de escaños, configuración de los bloques políticos resultantes en la cámara de Estrasburgo,... y cómo no, los distintos candidatos ofrecerán ruedas de prensa exhibiendo retoque dental en forma de una espléndida sonrisa tras los estupendos resultados obtenidos, y dando las gracias por el apoyo de los votantes, aunque el leñazo haya sido considerable. A nivel de medios de comunicación, sesudos analistas dirán que sí pero que no, que sus mentes privilegiadas oteaban todo lo que ha sucedido y que la realidad ha puesto la razón de su parte, pudiendo haber dicho todo lo contrario ayer mismo. En resumen: el escenario habitual con los actores y actrices comunes que salen a representar la misma obra cada vez que tiene lugar una convocatoria electoral.
Tras la ensalada europea, llega el lunes 26 de mayo, y el atracón de eslóganes europeos y machacones alegatos de los candidatos que prometían todas las excelencias que habitan en Bruselas, se diluirán hasta nueva oportunidad. De nuevo se impone el deber de todos los días, el tendero acudirá a abrir su tienda, el autónomo repartidor a llevar el pedido, la administrativa a poner a punto los ordenadores de su oficina, la estudiante madrugará para ocupar el mejor sitio de la biblioteca, el asesor fiscal ultimará las declaraciones de la renta, el emprendedor novato se dirigirá a una entidad bancaria a intentar obtener apoyo financiero para su proyecto, el concejal recibirá a una asociación de vecinos, el policía local volverá de la ronda, el funcionario de justicia dará trámite a un ingente volumen de expedientes, el agricultor se desplazará a su explotación a controlar la fumigación,....la gente, los ciudadanos, las personas que no entienden de la importancia de la Unión Europea y de las listas de agravios que las formaciones políticas se echan a la cara. Todas las mañanas, ciudadanos como usted y como yo, estamos llamados a la tarea de emprender nuestras pequeñas obligaciones, sin ninguno de los derechos que amparan a quienes dicen representarnos.
Ese trabajo bien hecho, la responsabilidad cumplida y la exigencia de seguir adelante, nadie vendrá de Bruselas a hacerlo por usted y por mí. Si dentro de cinco años, cuando de nuevo seamos llamados los ciudadanos a elegir un nuevo Parlamento, las obligaciones que como ciudadano debe sacar adelante, son un poco más ligeras gracias a los integrantes del Parlamento Europe, se habrán ganado el sueldo, de lo contrario habrán seguido como hasta ahora: pronunciando discursos.
