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viernes, 26 de abril de 2024 | Última actualización: 21:40

Ni una vida menos

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Rafa Cerdá Torres. Abogado.

Las muertes de dos jóvenes mujeres, Laura de Hoyo y Marina Okarynska, a manos de un miserable llamado Sergio Morate, ha conmocionado a toda la sociedad de Cuenca, al tiempo que las dos familias de las jóvenes se quiebren, quizás de forma irreversible, a causa del terrible suceso. La rápida y diligente actuación de la Policía, ha permitido detener al presunto asesino en Rumania, y del que con casi toda seguridad será extraditado, y puesto a buen recaudo en los sólidos muros de una prisión. Hasta ese momento, los medios de comunicación, con distintas dosis de sensacionalismo, suministrarán con toda clase de detalles los pormenores de la trágica muerte de dos muchachas. La secuencia de hechos está clara: mucho enfoque mediático y en apenas unas semanas, el asunto caerá en el olvido hasta que la realidad vomite de nuevo un caso de violencia, con la muerte de una mujer como resultado.

Las cifras son aterradoras; un total de veinticuatro mujeres han sido asesinadas por sus parejas en lo que llevamos de año. Una media de tres mujeres por cada mes. Un verdadero terrorismo doméstico está masacrando las vidas de mujeres normales y corrientes, bajo la única 'causa' que son mujeres. En esta España nuestra de avanzadas libertades, en donde impera una legislación bastante avanzada en el cuidado y defensa en materia de derechos fundamentales; el más obvio de todos, el simple derecho de existir, sufre una colosal amputación frente a unas estadísticas que no dejan de crecer año a año.

No pienso entrar de momento, en considerar si los mecanismos legales que en la actualidad operan en nuestro ordenamiento jurídico, son adecuados para la protección que pretenden: la integridad de la mujer amenazada dentro del ámbito familiar. La complejidad del tema es amplia, y debe tratarse con rigor y seriedad. Por demasiado tiempo la demagogia y el sectarismo político ha campado sobre esta terrible problemática.

La única realidad que nadie puede ocultar es el drama sufrido por demasiadas mujeres en nuestro país, que son prisioneras de su propia pareja, a través de una violencia que se lleva por delante veinticuatro vidas, sólo en lo que llevamos de año. En demasiadas ocasiones, nos perdemos en falsos debates sobre aumentar la aportación pública en forma de recursos económicos a los programas de protección a las mujeres maltratadas, o incrementar la plantilla de policías en unidades de atención a las víctimas; se trata de cuestiones instrumentales, importantes sin duda, pero secundarias ante el principal problema existente a mi juicio: la existencia de un estado soterrado de opinión social que todavía considera a la mujer inferior al hombre.

Me adelanto a decir que se trata de una afirmación demasiado genérica, y que reviste muchos matices y consideraciones. El tema abarca una enorme complejidad, pero con todo, me ratifico que las muertes por violencia de género evidencian una terrible realidad; todavía no se ha conseguido la plena igualdad entre hombres y mujeres, las vergonzosas estadísticas que cada año arrojan un espeluznante resultado no dejan lugar a dudas...

Y mientras tanto, los españolitos seguiremos discutiendo sobre elecciones plebiscitarias, sobre qué equipo de fútbol reúne más opciones de ganar la Liga, y sobre un montón de falsas polémicas que decaen frente a una evidencia sangrante: decenas de madres, hermanas, amigas, sobrinas y primas... son asesinadas por sus maridos y compañeros, justamente por su condición de mujeres. Ojalá llegue el día que esta estadística de muerte sea objeto de olvido, hasta entonces: ni una vida menos.