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domingo, 21 de diciembre de 2025 | Última actualización: 21:27

El gobierno de los delincuentes

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Pascual Montoliu. Ha sigut capellà, professor d'antropologia i teologia, i tècnic comercial.

En Guadalajara dijo ayer Rajoy, como gallito en su corral, que los gobernantes que se saltan la ley se saltan la democracia, y están ya en ‘otra cosa’. No define qué sea esa otra cosa. Me atrevo a definírselo. Los gobernantes que delinquen con plena impunidad se convierten ipso facto en el gobierno de los delincuentes. Decía Platón al respecto que, si bien las leyes debían ser modificadas según evolucione la vida del estado y sus necesidades, mientras aquellas  rigen el gobernante debe someterse a la dictadura de la ley. Y añadía: “la ley habrá de ser soberana absoluta, y el hombre público que la viole será condenado a muerte.” Eran los métodos de la época. Habrá que convenir, en cambio, que entre la pena capital y la plena impunidad caben otras sanciones, más necesarias cuando se trata de gobernantes, a fin de que su mal ejemplo no derive en anarquía generalizada.

Por contagio, ese estado de delincuencia alcanza también a quien en su día asumió el deber de cumplir las leyes y hacerlas cumplir, si, además de las llamadas al orden, no actúa de inmediato ante los desafíos y sediciones como las de ayer en el Palau de la Generalitat. Los españoles de segunda tenemos derecho a exigir del gobierno que meta en cintura a los más chulitos de este barrio en que se ha convertido España. Si no lo hace, se tendrá que ver las caras con quienes hace tiempo soportamos con paciencia franciscana el ninguneo, el paro, los desahucios, el robo de nuestras cajas de ahorro, el bochorno de comprobar que es mentira lo que ayer dijo Rajoy, que “éste es un gran país donde no hay nadie por encima de la ley”. Pues mire, va a ser que no. En este barrio sin ley, ésta sólo rige para los curritos y otra gente de orden. Los aforados, los partidos políticos y las razas superiores que son los jefecillos de vascos y catalanes –los ciudadanos de Euskadi y Catalunya son otra cosa, aunque algo tienen que ver con sus votos- hace tiempo que están por encima de ley, que en vez de ser fija como pedía Platón, resulta reversible como un calcetín, con la ayuda de fiscales y jueces bajo control político. Hace tiempo que en Catalunya el Tribunal Constitucional y el Supremo son el hazmerreír de la Generalitat.

Dicho esto, quiero añadir que no todo es responsabilidad de los catalanes. A esta situación se ha llegado porque todo indica que ni Rajoy ni los gobernantes anteriores han comprendido eso que llaman ahora el ‘problema catalán’. O el vasco. No deben haber leído el capítulo V de El Príncipe de Maquiavelo: De qué modo se han de gobernar las ciudades o principados que antes de su adquisición se regían por sus propias leyes. Dice el florentino: “…el que quiera conservarlos dispone de tres recursos: el primero, destruir dichas ciudades; el segundo, ir a vivir allí personalmente; el tercero, dejarlas vivir con sus leyes, imponiéndoles un tributo e implantando en ellas un gobierno minoritario que te las conserve fieles.” Naturalmente, éstas son categorías jurídicas y mentales de Ancien Régime. Habrá que traducirlas a términos democráticos. Doctores tiene el Reino para ello. Pero mucho me temo que esa sabiduría queda escondida y relegada, cuando no cerrada a cal y canto, en los reductos académicos. Como decía Platón “no son muchas las personas, tengan las cualidades que tuvieren, que puedan alcanzar la sabiduría política u ordenar sabiamente un Estado”. En nuestras instituciones políticas resuena demasiado griterío y existe un exceso de grillos con cantos hueros a la luna. No son precisamente los charlatanes y lunáticos quienes nos deberían gobernar. Pero es lo que hay.