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sábado, 20 de diciembre de 2025 | Última actualización: 13:31

Mileuristas

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Miguel Bataller. Ciudadano del Mundo y Jubilado.

En esta vida, he aprendido a fuerza de años y decepciones que nada es lo que parece, y de ahí mi admiración por la poesía de Campoamor que reza así:

"En este mundo traidor

nada es verdad ni mentira,

todo es según el color

del cristal con que se mira".

Viene al caso el comentario por la palabra que encabeza esta columna.

Hace apenas 5  años, darle a un español la condición de ‘mileurista’ era equivalente a mirarle con una mezcla de lastima y comprensión, y considerarle como un ciudadano de mala suerte que se tenía que conformar con esa lamentable condición.

Seguíamos en aquellos momentos considerándonos los españoles como componentes de la ‘liga de campeones’ de la economía europea, aunque ya no lo éramos, y prácticamente el Sr. Zapatero y sus brillantes asesores áulicos de Economía, ya se habían pulido a mordiscos irresponsables, la España del bienestar que tantas veces mencionaban.

Siguieron tres años más con su labor de depredadores del prestigio español, y de malversadores de sus arcas, hasta dejarlas con telarañas, y unas deudas astronómicas  en el momento de entregar las llaves de España su ‘Alma Mater’ el malvado Rubalcaba, después de culminar lo que empezó el bobalicón de León.

Casi dos años después, no se ha solucionado el problema, pero al menos se ha frenado la caída que es el primer y necesario paso para la recuperación, aunque bien es cierto que el esfuerzo y sacrificio no ha venido de las casta política, sino que esta ha querido que todo eso lo pusiéramos los ciudadanos en un porcentaje exagerado, mientras ellos y sus palmeros apenas renunciaban a casi nada.

Consecuentemente y por todo ello, se ha conseguido un efecto admirable:

El mileurista ha pasado de ser un pobre desgraciado, a ser un español afortunado.

No podemos decir que hayan crecido los españoles de esa condición, ya que mientras se incorporaban desde el escalón superior millones de españoles que anteriormente habían gozado de una posición mucho mejor, se vaciaba por debajo al pasar a la condición de parados una ingente cantidad de ellos.

Los jubilados que rozábamos pensiones de mil euros, después de toda una vida laboral hemos pasado de ser ciudadanos de tercera, a ser prácticamente unos privilegiados.

Así que, como buen español, hoy me siento menos decepcionado de lo que he estado en estos últimos años, y  hasta contento, ya que al menos en el ranking de los ciudadanos españoles esta maldita crisis, me ha ‘revalorizado’, y ya sabemos todos que como dice nuestro sabio refranero:

“Mal de muchos, consuelo de tontos”.