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viernes, 29 de marzo de 2024 | Última actualización: 21:59

Medidas desesperadas

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Miguel Ángel Cerdán. Profesor de Secundaria.

En un informe reciente del INE, referente a las proyecciones de población a largo plazo según las actuales tendencias demográficas, se señalaba que en 40 años España perderá una décima parte de su población, que desde el 2018 habrá más defunciones que nacimientos o que en el 2052 un 37 % de la población será mayor de 64 años.

La verdad es que el informe del INE no descubre nada nuevo ni nada que no haya sido advertido hasta la saciedad por los profesionales y expertos en la materia. Así, salvo el breve paréntesis de la primera década del siglo XXI, España inició desde principios de los años ochenta del siglo XX un aceleradísimo proceso de envejecimiento.

Así, desde principios de aquella década el índice de fecundidad abandonó la cifra de 2, 1 hijos por mujer, y por lo tanto el llamado índice de reposición de generaciones; es decir la cifra para que no se perdiera población de una generación a otra.

De hecho, se alcanzó en la última década del siglo XX la fatídica cifra de 1,3 hijos por mujer, y ni siquiera el aporte de las costumbres natalistas de la inmigración de la primera década del siglo XXI hizo que se superara la cifra de 1,5 hijos por mujer. De hecho, España hubiera entrado en crecimiento vegetativo y real negativo hace ya tiempo si no hubiese existido el aporte de la inmigración; es decir, la recesión demográfica sería ya un hecho pleno. Además, desde el 2010, debido a la crisis, se ha vuelto a desplomar la Tasa de Natalidad y el índice de fecundidad.

Las consecuencias de todo esto son fáciles de prever: dificultad máxima para sostener el sistema de pensiones, aún a pesar del aumento de la productividad de los trabajadores, mayor gasto sanitario, menor consumo interno pues las personas mayores gastan menos, una menor productividad general, etc. En definitiva, nos enfrentamos a la quiebra de nuestro sistema de vida. De ahí que se deban tomar medidas desesperadas. Y deben ir en una doble dirección: fomentar a toda costa la natalidad y preparar de forma adecuada la llegada de los cinco o seis millones de inmigrantes como mínimo que necesitaremos para revertir mínimamente nuestra catastrófica pirámide demográfica.