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sábado, 20 de diciembre de 2025 | Última actualización: 00:24

Acomodados

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José Antonio Rodríguez. Asesor Fiscal.

La situación política y social que estamos viviendo es cuanto menos peculiar, ya que lastrados por una larga, cruda y pesada crisis a la que ya hemos visto su cara más amarga, nos debatimos entre la tímida esperanza que nos dan esos cada vez más conocidos como datos ‘macro’ y la realidad cotidiana  en la que esta percepción disminuye.

Por mucho que algunos dirigentes políticos intenten espolear a la sociedad con propuestas keynesianas, ante la imposibilidad de aplicar sus principios marxistas en un entorno capitalista y que se traduce más allá de procesos constituyentes que nadie entiende, en pretender que  el tamaño del  Estado en la vida económica y social del país sea importante, no acaban de percutir con la fuerza y el empuje que desean.

Han sido suficientes dos o tres escándalos en orden a aprovecharse del sistema al que tanto critican y que  tanto tiene que cambiar, para que parte de su prestigio se haya ido al garete y que esté calando fuerte la creencia que "son unos más".

Merecen la misma calificación tanto quienes han utilizado tarjetas ‘black’ que hemos tenido que pagar todos, como quienes  han cobrado de una universidad por un estudio que no han hecho; diferentes cantidades pero  planteamientos idénticos: aprovecharse de los resquicios y facilidades que el sistema tiene y que han sabido encontrar.

Para evitar la hecatombe, la fuga de votos, los partidos radicalizan  su mensaje; nadie quiere que se apropien de su discurso primitivo, ese que antaño les llevó a gobernar o ser el partido mayoritario de la oposición en un bipartidismo cómodo y altamente beneficioso para el conjunto de los españoles en los más de treinta años de democracia.

Para muestra un botón, en uno de los pilares básicos del estado democrático, el sistema educativo, las diferencias son tan notables e ideológicamente tan contrapuestas que en caso de cambio de gobierno el contraste será significativo y doloroso para muchas familias.

El ejercicio real, efectivo y sin cortapisas que supone  la elección de centro educativo  es la punta del iceberg de  modelos distintos de sociedad.

Hay quien defiende el derecho de los padres a elegir centro educativo, atendiendo a titularidad, ideología, calidad del servicio prestado, etc. Por contra abundan quienes pretenden una escuela pública, única y bajo la tutela exclusiva del ‘papá estado’, sin derecho alguno a elegir por parte de los padres y en donde axiomáticamente "la mejor escuela es la del barrio".

Llevamos demasiados años mal acostumbrados, pudiendo ejercer el derecho que la Constitución recoge en su artículo 27; la situación ha cambiado ya que hoy nacen menos niños, hay menos alumnos hijos de familias inmigrantes y por si fuera poco en aras a un falso ahorro hemos aumentado el número de alumnos por aula, con el resultado que  muchas de ellas están vacías o medio llenas, lo que puede ser utilizado y aprovechado hábilmente para no renovar conciertos educativos o reducirlos, según quien gobierne. Acomodarse no es bueno, quedarse en casa peor.