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lunes, 22 de diciembre de 2025 | Última actualización: 23:02

García Márquez y la inmortalidad

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

En la década de los sesenta, los Beetles dijeron que eran más famosos que lo había sido nunca Jesucristo y aquello a los católicos nos cayó mal. Y sin embargo aquellos chicos de Liverpool no mentían ni exageraban. En pleno siglo XX, con las posibilidades de divulgación de los nuevos medios de información y con una población mundial de unos 6.000 millones de habitantes, la música de los Beetles llegó a varios miles de millones de personas, en tanto que en el siglo I, con una población mundial de 200 millones, el mensaje de Jesús solo pudo alcanzar a algunas decenas de millones. Otro asunto es si analizamos la repercusión de uno y otros a lo largo de la historia.

Me viene esto a la memoria a raíz de la reciente muerte del escritor Gabriel García Márquez. En mi larga vida, no recuerdo la desaparición de ningún otro novelista y muy pocos artistas o personalidades que hayan tenido la repercusión mundial que acaba de conocer el autor colombiano. Por supuesto ninguno de los españoles (Cela, Delibes) ni tampoco extranjeros (Hemmingway, Fitzgerald). Pienso que solo si Cervantes o Shakespeare fueran extrapolables a la realidad actual habrían alcanzado esas cotas de clamor popular; pero una vez más, en el siglo XVII, la desaparición de aquellos dos gigantes y muchos otros, tuvieron que conformarse con unos funerales mucho más modestos.

No cabe duda que García Márquez, Gabo para sus amigos, era un gran escritor, el de mayor nivel que ha dado la literatura latinoamericana, una escuela que él impulsó en mayor medida que ningún otro de las docenas de buenos autores del continente hermano, que hasta hace medio siglo se encontraba excluido de las grandes corrientes literarias mundiales.

Aquella novelística puede ser o no ser de nuestro agrado pero no cabe duda que hay al menos dos decenas de autores que son indispensables en las bibliotecas de cualquier lector medio. Discúlpenme si les doy una lista abierta, por lo demás muy obvia: Borges, Cortázar, Vargas Llosa, Fuentes, Paz, Sábato, Allende, Bolaño, Rulfo, Asturias, Rubén Darío, Neruda, Cabrera Infante, Esquivel, Carpentier y, por supuesto, Gabo.

García Márquez no fue el creador de la corriente más conocida, patente de marca de la región –el realismo mágico- que lo fue Juan Rulfo autor de una única y breve novela “Pedro Páramo”; Márquez no fue el autor más prolífico –que lo fue Borges-; ni el más culto –que lo fueron Carlos Fuentes y Vargas Llosa-; ni el mejor estilista –que lo fueron Neruda o Darío-. Pero por encima de todos estos grandes autores, Gabo fue el que logró llegar mejor que nadie al corazón de millones de lectores de todos los rincones del mundo y de las más diversas culturas  a quienes hizo llegar ese sencillo mensaje de esperanza para los desesperados, de riqueza para los desposeídos y ello por la feliz combinación de unos escasos elementos –el surrealismo, la mezcla de lo real con lo mágico, la tergiversación de los tiempos pasado-presente-futuro, la recuperación de los mitos precolombinos, la aceptación de lo improbable.

Frente a las corrientes más europeístas de autores como Borges, Sabato o Cortazar, García Márquez, por su sencillez, por la claridad de su narrativa, por su enraizamiento con la tierra, por su populismo es el más fiel representante de la literatura latinoamericana de los últimos cien años.

Ello explica el grandísimo clamor mundial que su muerte ha generado y también el renacimiento de los miles de lectores que sin duda se renovarán en los próximos muchos años. A eso se le llama, sencillamente, inmortalidad.