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domingo, 21 de diciembre de 2025 | Última actualización: 13:56

Padres e hijos

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

El relevo generacional indica por simple lógica que los hijos deben nacer, crecer y madurar a costa y con el esmerado cuidado de sus padres hasta el momento en que le toca el turno a esa nueva generación de cerrar el círculo y velar por sus propios hijos.

Recuerdo que en mis años universitarios, trufados de revueltas y manifestaciones, uno de los gritos de guerra de los líderes de las protestas era "Dejemos de ser hijos de nuestros padres para empezar a ser padres de nuestros hijos".

Evoco estos hechos porque en estos días estamos presenciando una tergiversación de aquellos nobles principios. Los padres de la niña Nadia, Fernando Blanco y Margarita Garau parecen aplicar el principio contrario: "Vivamos a costa de nuestros padres hasta que podamos vivir a costa de nuestros hijos".

Una vez más todo está sub judice y pendiente de la investigación policial y la sentencia judicial pero hay que decir que las cosas pintan feas, feísimas, para estos desaprensivos individuos cuya saciedad para explotar a su desvalido retoño parece no tener límites.

Primero nos llegaron noticias de la estafa millonaria que esa pareja estaba propinando a la bienintencionada ciudadanía, siempre solidaria y dispuesta a ayudar a la niña Nadia para salir de su rara enfermedad e ir a ser tratada por insignes médicos en países remotos.

Cuando ya quedó claro que el millón de euros recaudados estaban siendo gastados fraudulentamente  en potenciar la dolce vita  de los aprovechados progenitores, llegan ahora documentos escalofriantes que indicarían que la niña podría estar siendo sometida a abusos, quizá con la comercialización de fotografías pornográficas denigrantes. No quisiera adelantar acontecimientos pero a reserva de tener que corregirme, cosa que haría con mucho gusto, esos padres  no se alinean entre los más justos que hemos conocido.

Es como si esos individuos, mal emplazados en la vida para ganarse el pan decentemente, vieron con la llegada de su hijita, por desgracia con una extraña enfermedad genética, una fuente múltiple de ingresos, casi ilimitada.
Poco importa que se tratara de explotar la solidaridad ajena o la ajena lascivia, de lo que se trataba era de sacar tajada de aquel pequeño ser humano que con estos comienzos en la vida lo va a tener crudo para poder enderezar su rumbo.

Algunos padres corrigen a sus hijos a palos, otros presentan prematuramente a sus hijas a concursos de belleza infantil, otras les dan mal ejemplo. Sin embargo, por algún milagro de la naturaleza, los Blanco Garau están en clara minoría. Los padres,  ricos o pobres, cultos o zafios, rurales o urbanos, saben lo que es bueno para sus retoños y los educan adecuadamente dentro de sus posibilidades. Otra cosa es que las nuevas generaciones respondan cómo deben.

¡Aún hay esperanza!