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domingo, 21 de diciembre de 2025 | Última actualización: 14:01

Egipto

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Occidente no está operando correctamente en el mundo árabe. En los últimos meses aplaudió cuando varios países del Mahgreb y del Machrek se envolvieron en una inesperada primavera que supuestamente tendría como objetivo desprenderse de algunos líderes autoritarios y acceder a la democracia.

Desde el primer momento alerté desde estas páginas del riesgo de la operación ya que el mundo árabe tiene tradiciones culturales, religiosas y políticas que volvía difícil la implantación en ellas de instituciones democráticas de corte occidental, es decir, con partidos libres, con respeto a los derechos humanos, con plena participación de la mujer en la vida política y social, con sistemas judiciales asimilables a los europeos.

La primavera árabe resultaba especialmente delicada para los países del Sur de Europa que se encuentran en primera línea de vecindad, que poseen fuertes minorías islámicas y que tienen una permeabilidad migratoria elevada. España, Francia e Italia son los más afectados.

Las nefastas consecuencias del proceso de transformación árabe las estamos viendo en todos y cada uno de los países que lo iniciaron sin que ni uno solo esté consiguiendo llevarlo delante de forma ordenada. Particularmente graves están resultando en Siria y Egipto, las dos grandes cunas de la civilización musulmana, el núcleo de las culturas del Eufrates y del Nilo.

Los desmanes que está cometiendo el gobierno de Bashar el Assad, hacen desear en muchos sectores de la opinión pública occidental el triunfo de los rebeldes y la instauración de un nuevo gobierno salido de las urnas, que previsiblemente sería de corte islámico y derivaría en problemas como los que está viviendo Egipto.

La Primavera Árabe en Egipto derivó en el derrocamiento de Hosni Mubarak, la celebración de elecciones y el triunfo del ala teocrática radical que llevó a un golpe militar no mal visto por el mundo occidental pero que era todo menos democrático.

La protesta de los seguidores del Primer Ministro Mursi está conociendo una represión que ya ha causado 640 víctimas, miles de heridos y el presentimiento de que la cuenta seguirá, lamentablemente, aumentando en un ambiente que –como en Siria-  se asemeja al de una pre-guerra civil.

¿Qué puede hacer Occidente ante tal panorama? Está excluido respaldar el golpe militar, también lo está involucrarse a fondo en una importante país como Egipto, con 80 millones de habitantes. La Unión Europea tomará posiciones en las próximas horas intentando aplacar una crisis que podría tener consecuencias gravísimas en la región.

Hay que estimular la solución endógena del conflicto ya que quien se meta en él, sea en el bando que sea, puede salir malparado. Con toda lógica la solución ideal sería lograr la normalización del país sobre la base de un gobierno civil, secular y democrático, aunque se tratara de una democracia sui generis. Seguramente es mucho pedir ya que Egipto siendo el alma del mundo árabe  no es en absoluto un país fácil de manejar y el partido de los hermanos musulmanes que vieron como les robaban el poder limpiamente alcanzado en las urnas, saldrá de la crisis mucho más radicalizado que entró.