Jorge Fuentes. Embajador de España.
En algunas ocasiones he citado la frase del estratega de Clinton para hacerle ganar la campaña electoral de 1993 contra su rival y favorito en las encuestas George H. W. Bush.
Se trataba en aquellos años de situar el acento en los problemas internos de los EE.UU. que afectaban al bienestar de los norteamericanos y dejarse de fantasías internacionales como hacía Bush en Oriente Medio y Afganistán.
Hoy, en España, podría aplicarse la frase del título de esta columna a muchos campos: es la corrupción estúpido, o es la desunión, o el derroche autonómico, o la enseñanza, el idioma, la incultura, las pensiones, el desempleo entre otras muchas cuestiones. Voy a centrarme en un aspecto casi siempre olvidado como es la demografía.
En toda Europa el equilibrio demográfico está en grave riesgo no habiendo ni un solo país en que se alcance el 2.1 de nacimientos por mujer indispensable para el relevo generacional. España, Italia y Portugal son los que -contra lo que ocurría en un reciente pasado- tienen los índices más alarmantes muy por debajo de la media europea que se sitúa en 1.58 hijos por mujer.
Veamos algunas consecuencias de esa situación. De los 8125 municipios existentes en España, casi una tercera parte, 2488 para ser precisos, carecen totalmente de niños entre los cero y los cinco años. Las provincias de Burgos, Salamanca, Zaragoza, Cuenca, Teruel y Guadalajara son las que poseen mayor número de tales pueblos, cada una de las cuales posee entre 100 y 250 pueblos sin niños. En Castellón existen 37 de tales localidades, en Alicante 44 y en Valencia 16.
Puesto que la edad media de los habitantes de esos pueblos sin niños es de 60 años, ello significa que en 30 años tales pueblos -nada menos que una tercera parte de los existentes en España- habrán desaparecido.
Tal fenómeno despoblador no es exclusivo de España; en los países escandinavos se da otro tanto. Es decir, que Laponia en el Norte y la Serranía Castellana (compuesta por Castilla León, Castilla la Mancha y Aragón), están en riesgo de muerte en menos de medio siglo.
Ambas regiones, como otras en Italia, Portugal, Grecia, Islandia etc., deben ser objeto de especial protección como lo son los territorios ultra periféricos e insulares. Hasta ahora los esfuerzos por atraer familias jóvenes con hijos a estos territorios no están resultando suficientemente atractivos.
A medio plazo la situación demográfica descrita va a tener gravísimas consecuencias geográficas, medioambientales y económicas siendo la más evidente que la población se envejecerá y que cada jubilado contará solo con dos activos -¡y pronto con uno!- para hacerse cargo de generar su pensión.
Solo se atisban en el horizonte dos soluciones: o ir a la implantación de una política de ayuda a la natalidad seria favoreciendo el nacimiento de un tercer y cuarto hijo por matrimonio (no me atrevo a pedir más), o abrir las puertas a la inmigración con lo que en 30 años, Europa habrá cambiado de rostro y los 25 millones de musulmanes existentes hoy en la UE se habrán duplicado y ello sin contar con los procedentes de otras etnias y religiones. Suecia, Francia y Alemania serán los principales afectados con cifras próximas al 20% de sus respectivas poblaciones.
Sin duda la segunda solución es más sencilla y probable. La primera -el estímulo de la natalidad- conllevaría una serie de rectificaciones sociológicas que hoy no resulta fácil imaginar.
Nuestra generación, que todavía toma las decisiones, no puede dejar semejante legado a la de nuestros hijos y nietos. Aún hay tiempo para actuar.































