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lunes, 22 de diciembre de 2025 | Última actualización: 21:10

Delincuencia infantil

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Hace escasos días un hispano de 19 años -Nicolás Cruz- accedió a la escuela de Parkland (Florida), de la que había sido expulsado por conducta violenta, y disparó indiscriminadamente contra alumnos y profesores matando a 17 e hiriendo a una quincena.

La noticia resumida de esta forma es sumamente impactante y sin embargo podría haber pasado desapercibida en un país en que diariamente mueren 40 personas por armas de fuego. 1800 víctimas en el mes y medio que va de año. Es decir, que para mantener la dramática media, el fatídico día 14/02 (¡San Valentín!) en otros rincones de los EE.UU. tuvo que haber otras 23 víctimas por armas de fuego.

¿Qué está pasando en este extraño mundo? No solo son las guerras, los ataques terroristas, los terremotos, las inundaciones, los tsunamis, los accidentes de tráfico, la violencia de género lo que vuelve el simple ejercicio de vivir o de sobrevivir como una hazaña heroica. Es que los delincuentes y las víctimas se rejuvenecen a ojos vistas.

Es casi imposible seguir el censo a escala global en que solo transcienden los casos más sonados, pero nos basta con dar un vistazo alrededor en las últimas semanas: un chaval de 14 años mata a su hermano de 19 de una cuchillada; una niña de 11 años da a luz siendo el progenitor su hermano de 14; un chico de 13 es violado por tres de 16. No sigo con la lista porque tampoco quiero agravar su insomnio.

Algunos de los delincuentes y asesinos más crueles de los últimos años eran menores de edad, menores de 18, de 16 e incluso de 14 años y por lo tanto, en este último caso, irresponsables de sus actos, inimputables penalmente.

Ustedes, como yo, somos padres y abuelos de hijos y nietos buenísimos y cariñosísimos y ustedes, como yo, no querríamos verlos amenazados por otros menores no tan bien educados como ellos.

Es evidente que en muchos casos esos niños o adolescentes son a la vez verdugos y víctimas por haber crecido en un ambiente social y familiar deplorable. Ya pagarán también éstos por su lamentable negligencia y error.

Esa sociedad, sin embargo, debe reaccionar ante un fenómeno cada vez más frecuente y protegerse civil y penalmente de esos menores que son un peligro público  no solo para sus mayores, que ya sabremos cómo protegernos, sino en especial para sus iguales  con los que conviven. Si los niños pudieran decidir, seguro que elegirían verse librados de aquellos colegas delincuentes.

En EE.UU. el fenómeno tiene una implicación especial, la disponibilidad de armas de fuego  como protege la propia Constitución en su enmienda segunda. Proviene ésta de los tiempos en que el país se fue forjando territorialmente  con el espíritu de frontera y de la convicción de que la posesión de armas y el derecho a la autodefensa depararían una sociedad más justa y más segura.

Quizá fuera así en teoría pero en la práctica se está demostrando que en muchos casos se adquieren las armas -y es facilísimo hacerlo- no tanto para defenderse sino para agredir.

Intentar controlar el comercio de armas parece una batalla perdida. La muy influyente Asociación Nacional del Rifle (ANR) hará lo imposible para que la Constitución siga como está y aunque sería muy conveniente controlar la venta de armas y exigir todo tipo de garantías al comprador, es muy sencillo recubrir de legalidad la apariencia de un futuro Nicolás Cruz, por cierto miembro becado de la ANR.