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sábado, 20 de diciembre de 2025 | Última actualización: 00:24

Carta desde Centroeuropa

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Durante los tiempos de la Guerra Fría y de los bloques, a la hermosa región en que me encuentro y que por entonces se situaba del otro lado del Telón de Acero, se la denominaba la Europa Comunista, la Europa del Este o Europa Oriental a pesar de que geográficamente se encontraba y sigue encontrándose en el centro del continente.

Muchas veces les he recomendado una visita a esta parte de Europa. Hay en ella ciudades tan impresionantes como Viena, Budapest, Praga, Cracovia, Múnich, Zagreb. Hoy incluyo en esa lista a Bratislava, la capital de Eslovaquia, país con algo más de cinco millones de habitantes, el 10% de los cuales vive en la capital.

Perteneció Eslovaquia al Imperio Austro-Húngaro y por su emplazamiento entre Viena y Budapest conoció gran influencia cultural e incluso demográfica de ambas ciudades. Bratislava se encuentra tan solo a 60 kilómetros de Viena siendo las dos capitales europeas más próximas entre sí. Hay un autobús frecuente que une ambas ciudades en menos de una hora por el módico precio de 5 euros.

Checoslovaquia nació en 1918 tras la desaparición del Imperio Austro-Húngaro y en 1993, las repúblicas Checa y Eslovaca decidieron separarse pacíficamente en la conocida como ‘escisión de terciopelo’, en un momento en que tras la caída del Telón de Acero, tanto la Unión Soviética como Yugoslavia se fraccionaron también dando nacimiento en conjunto a 24 nuevos estados europeos.

Los checos y los eslovacos han mantenido tras su separación, muy buenas relaciones de todo género: culturales, lingüísticas, económicas, humanas, hasta el punto de que desde 2004 no solo se encuentran ambas repúblicas integradas en la Unión Europea, sino que junto con Polonia y Hungría han creado un cuarteto muy estrechamente unido -el de Visegrado- semejante al Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo) e incluso los checos y los eslovacos, están pensando hacer un referéndum en 2018 -un siglo después de su aparición como estado independiente y unitario- con miras a su nueva reunificación ya que parte del pueblo, los más nostálgicos, consideran que la escisión de 1993 fue hecha por los políticos sin consultar con los ciudadanos. Aunque la consulta tiene muy pocas posibilidades de que llegue a celebrarse y aún menos que decida la reunificación, tendría su punto que mientras en España hay una clara tendencia centrífuga, en otros lugares de Europa estén repensando reunirse de nuevo.

Sin embargo, no he venido a Eslovaquia para hacer turismo ni para estudiar su Historia. Estoy aquí para observar en nombre de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (la OSCE), las elecciones que tendrán lugar el 5 de Marzo próximo. Del más de medio centenar de partidos existentes en el país, 23 van a competir y se calcula que alrededor de entre 6 y 8 serán capaces de rebasar el umbral mínimo del 5% necesario para ingresar en el Parlamento.

En estas semanas, la Misión que presido se está entrevistando con los líderes de los 23 partidos políticos que compiten, así como con los titulares de las Instituciones principales, desde el Presidente de la República, el del Parlamento, el Ombudsman, hasta las más modestas ONGs.
Entre los 23 partidos que compiten, abundan los nacionalistas eslovacos, los cristiano demócratas, los húngaros (no hay que olvidar que estos representan el 10% de la población del país).

Hay un gran fraccionamiento de la derecha y por el contrario una concentración del voto socialdemócrata lo que probablemente dará la victoria al partido SMER (‘Dirección’) y a su líder Robert Fico que necesitará el apoyo de algún partido que seguramente será, como ya lo fue en el pasado, el Frente Nacional Eslovaco.

No voy a caer en la fácil tentación de decir que todos los partidos aquí son impecables, por contraste con España donde muchas de nuestras formaciones no están a la altura de las expectativas. En todas partes hay fragilidades. Así lo reconoce el documento final que la OSCE acaba de publicar sobre las elecciones españolas del 20-D y probablemente así lo reconocerá igualmente el documento que dentro de dos meses publicará la OSCE referente a las elecciones eslovacas que ahora observamos.