Federico Arnau. Comerciante jubilado.
¿A qué punto estamos llegando, en la labor de primero los padres, luego los docentes y aquellas organizaciones que defienden al menor, para que cada vez la violencia sea más extendida en una parte de los jóvenes?
Los que somos padres tenemos la obligación hasta la mayoría de edad y sobre todo la responsabilidad de formar a nuestros hijos, para que cuando salgan de nuestro nido, tengan la capacidad de supervivencia, en el trabajo, en crear una familia, en continuar lo que nosotros hemos continuado. Pero si miramos hacia atrás, los que ahora ya tenemos los 60, nadie esta bobo ni tonto porque en nuestra niñez nos exigieran respeto a los padres, a las personas y a los maestros; y en la época de nuestros padres era más estricto, y tampoco nadie ha estado lisiado porque su padre le haya descargado, en un momento dado, un correazo o un bofetón.
Alguien que no ha sido padre, creo que no puede opinar con la misma visión; pero los que somos padres sí que podemos expresar lo que observamos, sobre todo los mayores, ya que nuestros hijos educan de otra manera; e incluso, los abuelos creemos que a veces están equivocados, aunque como abuelos demos mimos a los nietos que a los hijos no dábamos.
Lo que yo he venido observando a través de los años, es la evolución de la juventud. Una juventud dispar, que ha tenido la gran suerte, sobre todo aquellos que vinieron al mundo a partir de los 70 y los 80, de disfrutar de un estado del Bienestar bastante acomodado, dentro de las limitaciones de cada familia. Ya comenzamos a ofrecerles más caprichos de los que tocaban; algunos padres, con poder o sin poder adquisitivo, cedían al chantaje de las marcas: “es que mi hijo/hija no va a ser menos”. Gran error, eso no hace la felicidad de un crío.
Cuando se comercializaron los móviles, el regalo de comunión a los 9 años era un móvil. ¡Gracioso! ¿Verdad?; y las consolas, sobre todo con los juegos de Super Mario; cámaras de fotos… ¡en fin! una serie de objetos que significaban la evolución del bienestar y que nuestros hijos pudiesen tener lo que nosotros no habíamos tenido. ¡Perfecto! Pero sin darnos cuenta estábamos creando una nueva sociedad de consumo, de tenerlo todo, de no recibir un bofetón, porque era maltrato, cuando se subían por las ramas.
¿Y con los estudios? ¿Premiar si aprobaban?, ¿hasta qué punto es bueno ese premio por hacer su trabajo que es importante para su futuro? ¡En fin! una serie de cosas y situaciones que se haría muy extenso para exponerlas todas en esta opinión.
Los padres de los 70 y los 80 opinan y actúan de otra manera con sus hijos. En vez del cachete o el bofetón, los mandan al ‘rincón de pensar’. Las actividades deportivas, a ser posible, que sean con clase; todos tienen móvil; todos tienen ordenador, eso es preciso porque ahora en la escuela ya prácticamente se están eliminando los libros y se están sustituyendo por la ‘tablet’.
¡En fin! es el progreso. ¿Pero saben jugar los niños ahora? ¿Saben relacionarse? ¿O solo a través de las redes sociales? Cuando salen del colegio, los padres se quejan al profesor si llevan deberes a casa; se quejan si no sacan buenas notas; se quejan porque el profesor le ha dicho algo o castigado a su hijo a no tener patio, o le ha mandado al director. Cuando eso ocurría conmigo, mis padres me decían: “¿Qué has hecho para que el maestro te castigue?” Jamás le han dicho nada a mi maestro; la verdad es que yo no he dado motivos, pero algún compañero de clase si, y sus padres no han venido a pedir explicaciones al maestro.
Para que ustedes me entiendan, voy a contarles una experiencia personal, del comportamiento de un padre.
Una tarde de verano creo que del 2012 o 2013, caminaba con mi mujer por la ruta verde con dirección a Oropesa, cuando, a la altura de la urbanización de Les Playetes, a la entrada de la urbanización junto al parquin de la caseta del controlador, había una zona con material de obra y una caseta donde se guardaban las herramientas. Estaban jugando unos niños, con los picos le estaban dando a la puerta para romperla. ¡Ya se supone! ¡Cosas de críos!. Desde arriba, en el paseo, les llamé la atención y un niño de 6 o 7 años me mandó literalmente a “tomar por el culo” con el dedo, riéndose y burlándose, mientras los demás niños corrían hacia el parque de los juegos.
Yo le dije: “oye ¿Qué tu estas tonto? ¿por qué no haces eso en tu casa a ver si tu madre lo consiente? ¿a que no te lo va a consentir? Pues respeta las cosas”. Y continuamos.
De regreso, estaba la puerta de acceso al recinto abierta y descendimos, acercándonos a la caseta del guarda. Este estaba con un señor joven. Y dije: “buenas tardes. Mire, es que cuando nos íbamos hacia Oropesa, ha ocurrido esto con unos críos. Se lo digo, porque aparte de romper algo se pueden hacer daño ellos mismos con los picos”. El señor no dejó contestar al guarda y se dirigió a mí diciendo: “¿Usted es el que ha llamado a mi hijo gilipollas?”. Yo le contesto: “no, le he llamado tonto, y le referí lo que ya he contado antes”.
Para mi sorpresa, este señor, en vez de disculparse se rio de nosotros. Y para colmo, se metió groseramente con mi mujer. “Que su hijo podía hacer lo que quisiera… que no teníamos por qué llamarle la atención a su hijo, y que nos fuéramos de su ‘propiedad privada’. No pueden imaginar cómo me sentí. ¿Es forma de educar reírle esas gracias a un hijo? Espero que no tenga que recordarlo en un futuro y que su gracioso hijo no acabe frente a un tribunal.
Todo esto viene a que, en pocos días hemos sufrido la muerte de una profesora por un alumno; así como dos días después de un profesor de instituto, compañeros heridos y además el agresor tenía una lista con más nombres. Pero es que, al día siguiente cuando yo cogí el Tram en el Grao, observé que el autobús que suple uno de los Tram tenía un ventanal roto por una pedrada. Le pregunté al chofer y me dijo que un alumno del Instituto junto a la gasolinera de la Avenida Del Mar, desde el patio, lanzó una piedra que al impactar hizo añicos el cristal. La suerte es que la piedra no impactó en la cabeza del conductor, ni la de ningún pasajero. Pero si eso llega a ocurrir ¿qué consecuencias hubiesen sucedido?
La justicia y la Ley del Menor no está del todo acertada, porque no es justo que un padre a su hijo de 14 o 16 años llegue a las tantas de la noche, le dé una reprimenda y un cachete, éste denuncie al padre y le caigan 6 meses de cárcel. ¿Qué pasa en este país como en los demás? no es que aquí sean peores no, pero ¿por qué los padres tienen que soportar el insulto, las agresiones de los hijos y éstos no tienen ninguna responsabilidad?, la responsabilidad sigue siendo de los padres; de boquilla mucho, cuando acudes a pedir ayuda te lo tienes que tragar porque no recibes ayuda, ¿y cómo vas a denunciar a tus hijos si luego los tienes en casa porque no los puedes echar incluso siendo mayores de edad si no tienen trabajo y un domicilio para vivir?. Y solo estás pensando el momento del insulto, la agresión y sin poder dormir. ¿Qué hace la ley con estos padres?, nada. ¿Quién tiene la culpa de esto?, pues en unas ocasiones es porque los hijos te salen bichos, y otras los padres, por consentirles demasiado y no darles un bofetón a los morros cuando han insultado al progenitor o su vocabulario es ofensivo.
Si hay muchos padres como el que he mencionado, con dinero y sin dinero. Es cierto que a veces es posible que haya algún profesor que por lo que sea la tome con algún alumno y no actué imparcialmente. Pero ¿cómo es posible que los padres no apoyemos a los profesores? No es necesario dar con la regla un golpe en la mano o castiga al rincón con los brazos en cruz, como antiguamente; pero de ahí a que el profesor esté dando la clase y algunos, a los que les importa un pimiento todo empiecen a chatear con el móvil, lanzar el fiambre del bocadillo a un compañero, desafiar al maestro o profesor, y este tenga que tragar porque luego los padres apoyan a sus hijos en detrimento del docente ¿qué quieren que les diga?, algo tendremos que hacer para terminar con esa violencia.
En las manos de los padres esta guiar bien y exigir respeto desde muy pequeños, cuando el niño lleva paquete y empieza sus primeros pasos y gusta tirar al suelo todo lo que está a su alcance. Los padres debemos de quitar las cosas, pero no todas, alguna dejarla, y cuando la tira se le dice: “Eso no se toca” y se le da una zurra al paquete, que eso no hace daño; pero el peque empieza a saber que ha hecho algo que no está bien. Sé que los profesionales de ahora eso lo consideran perjudicial, maltrato al niño. ¡En fin! modernidades como darle el pecho cuando el niño quiera, toda la vida hemos esperado las 3 horas y no pasa nada, ¿o es que hay que estar con el pecho siempre fuera?, y si no hay suficiente calidad pues se da un ‘bibe’, y sin embargo, ahora eso es un crimen. ¡Cuánto tenemos o mejor dicho tienen que pensar y adaptar los padres jóvenes en la educación de sus hijos!, si no toman medidas serias dentro de unos años muchos de ellos serán maltratados vapuleados por sus propios hijos.
Las Instituciones, los juzgados los centros de ayuda al menor, todo eso tiene que mejorar, se tiene que proteger a todos los menores adolescentes que sufren maltrato por parte de sus padres, que también los hay, aunque no es la opinión de hoy. Lo que es cierto es que los padres, los docentes, la sociedad en general, no tenemos que aguantar que los niñatos, y los hay, como el programa de ‘hermano mayor’ de televisión sus desprecios, insultos, agresiones, empecemos a hacerles pagar los destrozos del mobiliario urbano. El chaval de la piedra al autobús, sus padres posiblemente sean unos santos, pero este chaval todos los fines de semana durante uno o dos años a fregar platos o servicios en una residencia, y sabrá lo que duele no salir de fiesta. Para esta gente se tendría que imponer la mili otra vez, para haber si tendrían lo que no tienen de enfrentarse a un sargento, de la misma manera que se enfrentan a la sociedad.
































