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sábado, 27 de diciembre de 2025 | Última actualización: 00:55

La vida en la gran ciudad (VIII): Urbanidad

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Juan Teodoro Vidal. Químico. 

Cuando yo era pequeño, hace de eso medio siglo, teníamos en clase tres libros para el curso: La Enciclopedia Álvarez, El Libro de España (del que hicieron una edición para el recuerdo, que me regalaron mis hijas) y un libro sobre Urbanidad. Este último ponía ejemplos muy fáciles de entender sobre cómo se comportaba “el niño bien educado” y “el niño maleducado”.

Yo no necesitaba que nadie me dijera que me leyera o me estudiara ese último libro. 'Me lo bebía'. Tenía verdadera pasión por entender y practicar aquellas cosas que marca el protocolo familiar y ciudadano. Yo quería ser bien educado. Y no es porque no fuera bastante “trasto” o me quedara aburriéndome en casa. De pequeño yo he jugado como el que más. No se trataba de ser empollón o raro. Yo quería poder entrar en cualquier sitio y que consideraran que tenía educación para ser admitido allí, no importa de qué alta esfera del poder o de la vanidad humana estuviéramos hablando.

Ahora creo que hay demasiados “niños maleducados”:

*Los que ponen los pies (descalzos o con zapatos) en el asiento de delante en el tren (o en su sofá), como si no hubieran pisado antes alguna caca de perro o como si no tuviera que sentarse luego nadie más. Sólo que luego se sientan otros en el mismo lugar asqueroso sin más remedio que aguantarse.

*Los que no se lavan a diario y van dejando un olor pestilente para desesperación de aquellos a los que les toca viajar cerca en el mismo transporte público.

*Los que hacen botellón y no dejan de gritar de madrugada y de molestar a los que en el vecindario desean dormir, porque se levantan temprano y necesitan descansar.

*Los que ensucian con malos grafitis una fachada recién pintada, o las paredes y ventanas de los trenes y autobuses. No necesariamente un grafiti es horroroso, pero la mayoría de ellos son desagradables y sólo cumplen con la canina costumbre de marcar un territorio con una evacuación.

*Los que no tratan con respeto a sus “viejos”, o a los de otros, que mucho antes de que ellos nacieran estaban haciendo posible que funcionara el país, en el que ellos (tan poco agraciados) se han desarrollado y crecido.

*Los chulos y listos, que en un atasco se cuelan por el arcén, o los que no respetan la cola del súper, haciendo que todos los demás estén estancados más tiempo del que estarían si todos guardaran su turno.

*¿Sigo?

Creo que debería recuperarse la enseñanza de urbanidad. Es práctica. Sirve para hacer la vida más agradable y mejorar el autodominio. Abre más puertas que ser patán y poco respetuoso. Alguien educado puede un día emular ser un cuadrúpedo. Pero no conozco muchos cuadrúpedos que puedan, porque no saben, ser unos gentiles y unos caballeros. (Lo que vale para los niños, también vale para las niñas).