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sábado, 27 de abril de 2024 | Última actualización: 02:05

El gran carnaval

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Los buenos columnistas son capaces de sacarle punta a todas las noticias que aparecen en el horizonte informativo. ¿El pueblo se lanza a la calle  y boicotea  la transformación de la arteria principal de Burgos en un bulevar peatonal?,  ¿El Presidente francés Francois Hollande es sorprendido con casco y todo saliendo de una cita amorosa?, ¿Belén Esteban se sitúa en cabeza en la lista de libros de no ficción más vendidos?

Cada uno de estos asuntos y muchos más, son capaces de estimular el genio creativo  de los periodistas de raza  e inspirarles el artículo en que no falte la cita de Fuenteovejuna, la evocación completa de monarcas y presidentes libertinos, la incultura nacional capaz de llevar a una pobre muchacha a la cúspide de la fama y de la literatura.

Reconozco que estos temas no me provocan;  siento una resistencia profunda a abordar semejantes cuestiones que no dudo tengan gancho informativo pero que en mi opinión carecen todos ellos y muchísimos otros de suficiente categoría como para cubrir durante días la primera plana de los medios informativos.

Y es que éstos necesitan encontrar asuntos con que cubrir sus espacios y vender periódicos y programas. No llego a tanto como decir que si no hay noticias se las inventan pero casi. Al menos las manipulan para sacarles el máximo provecho.

En los años cincuenta, el genial cineasta Billy Wilder, el creador de ‘Con faldas y a lo loco’, ‘El apartamento’ y tantas más, dirigió una película dramática titulada ‘El gran carnaval’. Contaba la historia de un periodista con pocos escrúpulos caído en desgracia, que encuentra la ocasión de recuperar la fama, explotando el rescate de un pobre campesino atrapado en una mina desafectada, a quien hubiera podido liberarse en cuestión de horas que se convierten en semanas por obra y gracia del manipulador reportero que alarga la agonía para explotar el ‘scoop’ informativo. No les cuento el desenlace por si ustedes pueden repescar el film y disfrutar también con la creación de Kirk Douglas.

Veo que a diario estamos asistiendo a grandes carnavales informativos y compruebo también con desaliento cuán difícil resulta sustraerse a la influencia del poder de la prensa, el cuarto poder. Lamento no tener la fórmula para facilitarles a ustedes esquivar los lavados de cerebro a que nos someten a diario. Me temo que el poder de la prensa, lejos de amainar, puede subir de categoría y convertirse en uno de los tres primeros que ya no serían los que acuñó Montesquieu –Ejecutivo, Legislativo y Judicial-  sino otro nuevo trío: Gobierno, Banca y Prensa.