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martes, 23 de diciembre de 2025 | Última actualización: 22:01

Clichés

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

Caigo en la cuenta de lo difícil que es en esta vida evitar los estereotipos. Ello es así en todos los órdenes de nuestra actividad, incluso cuando lo que se intenta es precisamente evitar los lugares comunes. Veamos algunos ejemplos.

Zapeando ante el televisor vi las secuencias finales de una película norteamericana del tipo de las que llenan la pequeña pantalla particularmente durante los fines de semana. No les contaré el argumento ni les daré el título ya que tuve la sensación de haber visto el film con anterioridad muchas veces. Y es que reunía todos los ingredientes con que se elabora en Hollywood una comedia al uso. Les recomiendo que los retengan por si alguna vez quieren triunfar en la industria cinematográfica norteamericana.

Preparen unas cuantas cuartillas, escriban en ellas una acción que se desarrolle en Manhattan, en un ambiente del Upper East Side, es decir en las calles elegantes que se mueven entre la 42 y la 80 y entre la Quinta Avenida y el East River. Se tolera alguna excursión a SoHo y al East Village ya que los principales personajes deben ser pintores, modelos, diseñadores o fotógrafos. Pongan en contacto a una pareja heterogénea: puede ser chico mucho más joven que chica o chico rico con muchacha modesta, o galán maduro con jovencita. Añadan gotas de diversidad de credo –judío versus católica- salpimenten con la participación de una psiquíatra preferiblemente interpretada por Meryl Streep y pongan por el fondo a varios amigos gays encantadores, alguna secuencia de cocina apetitosa o frustrada y la comedia está servida y probablemente el éxito también.

Otro ejemplo, esta vez en el campo de la literatura. Hasta hace dos o tres décadas la novela negra era un subproducto que consumíamos a ratos perdidos como lo hacíamos con las novelas del oeste o de aventuras. Desde hace algunos años el género ha subido de categoría y no hay país que se precie que no cuente con uno o varios maestros del género. Todo empezó una vez más en los Estados Unidos de donde provienen los grandes maestros como Hammet, Cain, Chandler o Woolrich que Humphrey Bogart o Robert Mitchum llevaron a la pantalla con excelencia. En los últimos años, la novela negra ha saltado a Europa muy especialmente a países escandinavos como Suecia con Mankell y Stief Larsson, Noruega con Esbo, Islandia con Indridasson y también a otros países fríos como Polonia con Miloszewski o Irlanda con French. Tampoco los países del sur se han resistido a la tentación y ahí tenemos a Donna Leon, a Bartlet y a Marta Sanz. Los ingredientes a introducir en la cocktelera para fabricar una novela negra son también evidentes: metan en ella a un detective privado, a  un policía o a un fiscal; los personajes deben estar próximos al delirium tremens, pueden ser incorruptibles o no tanto; procuren incluir crímenes más o menos brutales a un ritmo de un muerto cada 30 páginas; incluyan una femme fatale que debe ser hija de un millonario malvado, con gusto por la jardinería y frecuentemente recluido en silla de ruedas. Muchos cigarrillos, música de jazz, whisky galore y ya está.

En ocasiones se intenta eludir el tópico y entonces se cae en el anti-tópico que es también una forma de cliché: el detective ya no es el duro habitual sino un gay sentimental y la femme fatale  se presenta en forma de efebo adolescente.

Los clichés se prodigan en el mundo de la música con los inevitables gorgoritos, en el de la arquitectura en que cada vez resulta más difícil diferenciar los paisajes urbanos de las ciudades modernas, tan semejantes son los rascacielos.

¿Y en el mundo de la política? Ya les dije hace algún tiempo que en teoría no es muy difícil preparar el ideario de un nuevo partido sea éste de derechas o de izquierdas. Basta con revisar los ingredientes de las dos grandes formaciones que nos han gobernado durante el último medio siglo, enumerar lo que ha molestado claramente a la opinión pública (corrupción, separatismo, desempleo, aborto desahucios), corregir a su gusto según su tendencia política y ya tienen su partido. Lo difícil es que le voten. No es fácil vender un partido pero tampoco lo es vender una película, una novela o una canción. Por cierto, estos últimos días hemos seguido la campaña electoral andaluza y vaya decepción con Susana Díaz. Ha caído en todos los topicazos del género y encima lo ha hecho sin estilo y sin sabiduría. No dudo que mañana ganará en las urnas. Ello no hará sino indicar qué mal van las cosas en Andalucía.