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lunes, 13 de mayo de 2024 | Última actualización: 17:41

Canut, lledons i cireretes de pastor

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Enrique Domínguez. Economista.

A muchos, seguramente, les sonará a chino el título de este comentario y a cosas sin una clara relación entre ellas; a jóvenes y no tan jóvenes, lo de ‘canut’, a lo mejor, lo asociarán con aquello de “fumarse un canuto”.

Nada más lejos de la realidad. Los que ya peinamos canas o los que ya tienen la azotea bastante o muy al descubierto, si recuerdan sus tiempos mozos en las fiestas de su pueblo y, condición sine qua non, que se celebrasen a partir del mes de octubre como ocurría en el mío, Almassora, les sonará ese título y, en seguida, lo asociarán con las fiestas taurinas, “els bous al carrer” como ahora se denominan.

Y es que, una de las diversiones que los chicos teníamos en esas fiestas o en su entorno, era fabricarse una especie de cerbatana para dispararla a las vaquillas o para alguna que otra batallita entre chicos o para “despertar” a quien nos daba la gana intentando que no descubriera quien había sido.

Nuestra cerbatana, el ‘canut’ se fabricaba a partir de la caña vulgar que poblaba las riberas de acequias y zonas húmedas; no tenía demasiado secreto su preparación, pero había que saber elegir la caña y la parte de la misma. El ‘canut’ debe tener el tamaño suficiente para que se adapte a nuestra boca y permita el paso del ‘pinyol’ sin problemas; el resultado depende de nuestros pulmones y de nuestra puntería.

Nuestras municiones eran ‘els lledons i les cireretes de pastor’, marrones oscuro los primeros y rojas las segundas. Y de ahí su relación, ya que maduran a partir de octubre.

Y todo eso, como he dicho, tenía como destinatario a las vaquillas y al ‘bou real’ porque en esos años a los que me refiero, solamente se corría un toro cerril y el sábado. Todos esperábamos al ‘bou real’. No he indagado el por qué de esa denominación; no creo que fuera una forma subliminal de referirse a la monarquía en tiempos de la dictadura; seguramente se llamaría así porque era un todo de verdad, real, y no vaquillas como en todos los días anteriores.

Pero, de todo esto, ¿qué nos queda hoy en día? Vayamos por partes: El canut sigue al alcance de quien quiera confeccionarlo; cañas las hay todavía en los ribazos de las pocas acequias de tierra que quedan, abandonadas por el riego por goteo y en los cauces de los ríos y hay fiestas, como la Magdalena, en las que las cañas son una parte fundamental. Si alguien pensaba en cannabis, que lo olvide; no voy por ahí.

Lledons tenemos bastantes más que en aquellos años, creo, porque algunas ciudades, la capital por ejemplo, los está utilizando como árboles de adorno de sus calles; pero el fruto solo sirve para caer de maduro al suelo. En cambio, les cireretes de pastor son un fruto, diría, que en vías de extinción en los alrededores de nuestros pueblos de La Plana; son cada vez más difíciles de encontrar, aunque yo las he visto y comido en un lugar tan lejano como es la provincia de León.

Y toros; ahora los tenemos en cantidades industriales. Esa espera, casi religiosa y trascendental, del ‘bou real’, al que ahora llaman ‘bou del poble’ posiblemente porque ese lo pagamos todos los vecinos, se ha visto sustituida por la ingente cantidad de ejemplares de toros cerriles que las peñas pagan y se corren en los pueblos. Ese culto al toro, al bou real que teníamos los niños y los mayores de entonces se ha visto sustituido por una programación de toros y toros en los que parece que lo que cuenta es la salida y no mucho más. No soy, como verán, un fanático de los toros; tienen su atractivo pero en muchas localidades han pasado a ser el centro de la fiesta y algo imprescindible; sin toros, en la práctica totalidad de los municipios castellonenses, no hay fiesta.

Por suerte, tenemos algunas excepciones, aunque se me dirá que la excepción confirma la regla; una de ellas es el núcleo principal de la capital, Castellón de la Plana, en la que los toros tienen su parte en la fiesta pero no es lo fundamental.

En fin, puedo hacerme mi canut, coger lledons, con mucha suerte encontrar cireretes de pastor, pero me sobrarán toros a los que tirar con mi cerbatana. Pero ya no queda bien eso para una persona que peina canas; aunque como vuelve lo antiguo, eso que se llama ‘vintage’, a lo mejor nuestros jóvenes pueden retomar esta diversión, mucho más natural que otras de las que ahora disfrutan.