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viernes, 19 de diciembre de 2025 | Última actualización: 17:13

Ciudad desértica

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José Vicente Ramón Moreno.

Estamos en una zona en la que nos quejamos, no sin falta de razón, de la crisis, de la falta de trabajo, del hundimiento del azulejo y de la construcción, y de otros males que nos aquejan.

También se ha comentado en más de una ocasión que una de las vías de salida que tiene nuestra economía es el turismo y que debemos enriquecer nuestra oferta turística dotándola de un contenido que no consista, solamente, en el uso de nuestras maravillosas playas sino, también, con espacios y eventos deportivos, turismo lingüístico, oferta cultural amplia y diversa, mejora de hoteles y restaurantes, etc.

Pues bien, el pasado domingo experimenté una de esas sensaciones extrañas que uno no desea para su ciudad. Salimos del Teatro Principal hacia las diez y veinte de la noche con la intención de cenar algo en algún restaurante y en nuestro deambular por las calles del centro fuimos llevándonos la sorpresa de que uno tras otro nos encontrábamos los locales cerrados o con todo recogido, mirándonos mal desde dentro cuando nos acercábamos a la puerta.

Les aseguro que me dio la sensación de que vivía en una ciudad triste, abandonada, aburrida, en la que los pocos que caminábamos teníamos el rumbo perdido (por lo menos nosotros) por no tener oferta gastronómica a la que acogernos.

Al final tuvimos la suerte de encontrar un local de lo que yo llamo ‘comida al instante’ (que no es lo que hubiéramos deseado) pero, por lo menos, nos llevamos algo al cuerpo. Después, analizando los horarios de los partidos de fútbol, descubrimos que tuvimos la mala suerte de que no jugasen el Real Madrid o el Barcelona que son los que nos hubieran salvado porque, aunque sólo sea por una cerveza por aficionado (porque los hay que no consumen la segunda) hubieran tenido secuestrados a los dueños de los locales hasta la hora de nuestra llegada.

Bromas aparte, si queremos dinamizar nuestra ciudad y que tenga una alegría económica, tendremos que cambiar nuestro ‘chip’ de provincianismo y mentalizarnos de que una ciudad debe tener otro tipo de oferta y servicios para el público en general y para los turistas en particular.

Les aseguro que si yo hubiera sido un turista hubiera desistido de volver a pisar, de nuevo, esta ciudad desértica.