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viernes, 10 de mayo de 2024 | Última actualización: 22:47

Carmen Alborch visita el edificio Hucha de la Fundación Caja Castellón

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La exministra y senadora socialista Carmen Alborch, mujer relevante en el panorama social y político español, ha vuelto a la Fundación Caja Castellón con 'Los placeres de la edad' para poner ella misma el foco en el derecho a vivir con plenitud en la madurez y los aspectos positivos que tiene esa etapa de la vida para desterrar "la visión tan negativa que sobre la vejez tiene la sociedad". Los placeres de la edad es la oportunidad para Carmen Alborch para alejarse de los tópicos y vuelve a poner el acento en este tema esencial de nuestro tiempo. Ahora se trata de envejecer bien, creativamente, y de ser partícipes de la nueva cultura de la vejez

Alborch defiende "todo lo bueno que conlleva cumplir años, cuando la actividad de la vida laboral decrece y se dispone de más tiempo porque hay diversos placeres como la libertad, la amistad, la soledad, el buen humor, la familia, el cuidado, el buen amor, la participación, que adquieren una intensidad diferente en ese momento en el que se puede ser libre para reencontrarse y reinventarse". "La vida no es una cuesta hacia abajo, como mínimo es una montaña rusa que tiene momentos de vértigo, cansancio y de muchas bajadas, pero remontas y vas llegando a la cima de la montaña con una edad que te permite ver el paisaje con más plenitud y ser más libre. Hay que aprender a vivir y a envejecer porque mientras seamos capaces de entusiasmarnos, de tener ideales y proyectos por los que luchar, mientras tengamos sentimientos de rebeldía ante injusticias, cultivemos la amistad y sembremos buenos sentimientos y buen humor nos encontraremos a gusto con nuestra edad".

"Se trata de tener y conservar la pasión en todo. Pero creo -añade- que hay una sobrevaloración de la juventud y desde luego estamos mal organizados cuando también se desprecia la experiencia y el talento venga de donde venga", afirma. "Ahora se trata de envejecer bien". La vejez siempre se asocia a la pérdida: de belleza, de dinero, de seres queridos y para la autora "hay muchas razones para afrontar el envejecimiento con una idea más de aprendizaje que de pérdida. "No hay una vejez, sino diversas vejeces. Envejecemos como hemos vivido, con multitud de matices, porque hay márgenes para el cambio, en función de distintos condicionantes y circunstancias, como son la genética, la salud, el lugar del mundo en el que hayamos nacido o vivido, la formación, las circunstancias sociales, la situación económica y, por supuesto, la suerte".

"Envejecer es más un juicio social que un acontecer biológico", decía Susan Sontag. "Un hecho cultural" en palabras de Simone de Beauvoir. Y es que existe un doble patrón para medir la edad que afecta a la mujer con especial severidad. La sociedad es mucho más permisiva ante el envejecimiento de los hombres que ante el de las mujeres, ya que a los primeros se les permite envejecer de mil maneras. De hecho, son las mujeres las que experimentan en mayor medida lo que significa el proceso de envejecimiento, en muchas ocasiones "con disgusto e incluso con vergüenza". Para el hombre, envejecer es el destino, un suceso inevitable que forma parte de la vida. En cambio, para las mujeres no es solo el destino, sino que toda su definición como ser humano está condicionada por su apariencia física, de modo que la edad se vuelve su parte vulnerable», concluye Alborch.