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martes, 23 de diciembre de 2025 | Última actualización: 22:01

El gran debate

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

El día 13 (¡mala fecha para los supersticiosos!) tuvo lugar el único debate a cuatro que se celebrará durante la campaña electoral. El acto vino envuelto en un gran aparataje: recepción a pie de coche, frente al Palacio Municipal de Congresos de los cuatro participantes -Rivera, Iglesias, Sánchez y Rajoy, por ese orden y con diez minutos de intervalo- con sus séquitos de hasta siete personas por delegación, cámaras, periodistas, azafatas agazapados en todos los rincones del Palacio; fotos de familia a la entrada y en el plató central; sesiones de maquillaje (¿por qué Sánchez siempre llega tarde?, ¿acaso necesita más cosméticos?); tres presentadores; los tiempos perfectamente medidos para evitar que nadie acapare o se enrolle. Todo el espectáculo bien preparado, con dignidad y cierto lujo.

Pero he ahí que el ‘espectáculo’ resultó decepcionante. Los tres presentadores resultaron excesivos y poco incisivos aunque al menos tuvieron la virtud de evitar la repetición del penoso espectáculo protagonizado por Campo Vidal cuando en el debate de diciembre se mostrara incapaz de evitar que Sánchez llegara hasta el límite de la grosería.

Los cuatro candidatos, en el plazo de 150 minutos, no supieron aportar ni una sola idea o comentario que cualquier ciudadano medianamente atento a lo que ocurre en España, no conociera de antemano. Y ello en ninguno de los capítulos acotados: ni en economía, ni en empleo, ni en políticas sociales, ni en reformas institucionales y regeneración democrática, ni sobre la corrupción o las puertas giratorias, sobre el problema catalán, ni en la igualdad de género, ni en política exterior o en financiación de los partidos.

Al final todo quedó por aclarar: por qué las cifras de los cuatro líderes no coincidían, si los impuestos han subido o bajado en los últimos años, si el paro es menor o mayor, si Unidos-Podemos está por salir o no de las instituciones euro atlánticas y si ha recibido o no fondos de Venezuela e Irán.

Cada candidato representó su papel como malamente pudo. Rajoy fue, en mi opinión, el más coherente en casi todos los terrenos ya que se sabía los temas de primera mano pues los ha venido manejando desde el gobierno en las últimas décadas. Combinó bien experiencia, paciencia y sentido del humor por lo que en todo momento dominó la escena quizá precisamente gracias a que sus tres contendientes se dirigieron casi siempre a él acreciendo su talla presidencial.

Sánchez se centró demasiado en Rajoy ignorando que su principal rival no es él y que quien le puede sacar de la política es UP. En las ocasiones en que acusó a Iglesias de haberle impedido acceder a la presidencia éste le recondujo hacia su verdadero enemigo que se encontraba a su derecha.

El líder de Podemos, al disfrazarse de socialdemócrata, perdió casi toda su garra y se convirtió en blanco fácil en especial de Rivera que quiso resarcirse del mediocre papel que desempeñó en la anterior campaña y que por sus palos a diestra y siniestra -excepto a su ex socio del PSOE- se hizo notar algo más en un panorama grisáceo.

No parece probable que lo escuchado en el debate haga cambiar el voto a muchos ciudadanos. Tampoco creo que los indecisos vayan a salir de sus dudas, a estas alturas bastante patológicas y dignas de hacerse mirar.
Por ello llego a la conclusión de que los debates, pese a ser instrumentos democráticos respetables, son bastante inútiles y apenas son capaces de cambiar el curso de las cosas. Cada ciudadano ve a ‘su candidato’ como el mejor. Realza sus virtudes y también los defectos de los restantes contendientes.

Para mayor desgracia, este ‘gran debate’ fue incapaz de resolver la gran duda que planea a dos semanas escasas de la jornada electoral: qué pactos se formarán el 27 J para permitir la gobernabilidad del país. Todos negaron que pudiera haber nuevas elecciones pero la gran duda sigue abierta: ¿se inclinará el PSOE hacia un gobierno constitucionalista o hacia un Frente Popular? Quiero creer que dominará el buen sentido y que como en la mayor parte de los países europeos, habrá una gran coalición evitando aventuras peligrosas como las estamos viviendo en estos días de indefinición en que las cifras macroeconómicas (bolsa, prima de riesgo, deuda, déficit) están evolucionando inquietantemente.