Rafa Cerdá. Abogado.
¡Qué entretenidos estamos en cuestiones banales!, ¡cómo nos gusta perder el tiempo en tonterías sin sentido!, me explico enseguida: el Ilustre Arzobispo de Valencia obsequió a los anticlericales de siempre con una serie de declaraciones sobre la existencia de un ‘lobby Gay’ amén de deslizar una ‘llamada’ a desobedecer la legislación vigente en materia de igualdad de género por parte de los miembros de su feligresía. Vamos, que este buen sacerdote ha disfrutado de días mejores en cuanto a la ‘calidad’ de sus manifestaciones en tan candentes cuestiones; en menudo jardín se ha metido él solito. Una vez levantada la consiguiente polvareda mediática, los desmentidos, las explicaciones y la tan manida excusa de ‘sacar las frases de contexto’, han salido a la palestra por parte de los responsables eclesiásticos de guardia. Faltaría más.
Yo me considero católico, apostólico y romano; creyente y practicante (malamente pero vamos tirando). Y en mi orgullosa condición de cristiano, ni de lejos comparto las ideas del buen Arzobispo. La realidad del siglo XXI se lleva por delante todo intento de dogmatizar la forma de amar de las personas, la pretensión de encasillar el anhelo de una vida mejor y del hecho tan sencillo, como difícil, de intentar ser feliz. El mensaje del Evangelio desborda toda declaración añeja del gerifalte eclesial de turno, a través del Espíritu de concordia, respeto, generosidad y misericordia entre los hombres y mujeres a lo largo de la Historia. La actuación de instituciones e integrantes de la Iglesia, en el día a día, ayudando a millones de personas, demuestra la brecha entre algunos responsables canónicos y la gigantesca actividad solidaria y de acompañamiento que miles de sacerdotes y religiosas despliegan en todo el planeta. Una labor callada, sufrida y abnegada, cuya realidad no atraerá la atención mediática, pero que ayuda a entender el verdadero Espíritu del que se alimenta la Iglesia católica.
Ahora bien, los anticlericales a los que antes hacía mención, también demuestran tener una piel muy fina, pero muy mucho. En tromba y a toque de rancio tópico, han salido colectivos de todo tipo y condición, poniendo al señor Arzobispo a los pies de los caballos, haciendo gala de un estilo muy similar al de aquella Inquisición cuyo recuerdo tanto denostan. Es cierto que se trata de declaraciones desafortunadas, pero de ahí a interponer denuncias, y constreñir la libertad de expresión del señor Arzobispo con los insultos y eslóganes de siempre, envueltos bajo la apariencia de grandilocuentes argumentos, media una gran distancia. Es lo de siempre; aquellos que alardean de defensores de la libertad, suelen ser los primeros en restringir toda aquella que se salga de su ideario.
Será cuestión de recuperar aquella frase televisiva: "Un poquito de por favor"... en este país se afrontan problemas de mucha envergadura. No demos pábulo a tonterías que si se magnifican, acaban convirtiéndose en inútiles problemas, y de éstos últimos ya estamos sobrados.































