Jorge Fuentes. Embajador de España.
Conocí a Esperanza Aguirre en 1995, cuando me encontraba al frente de la Embajada de España en Bulgaria y habíamos conseguido que el Ayuntamiento de Sofía pusiera el nombre de Madrid a uno de los bulevares centrales de la capital.
El Alcalde de Madrid, Álvarez del Manzano se desplazó al país balcánico para participar en la ceremonia de apertura de la flamante nueva Avenida que para siempre llevaría el nombre de la capital de España.
Esperanza Aguirre, joven y brillante concejala, acompañaba a su Alcalde. Durante los días que pasó en Bulgaria me llamó la atención su simpatía, inteligencia y discreción. Y también su resistencia ya que fue capaz de aguantar durante las casi dos horas de ceremonia de la apertura del Bulevar, en pie, con un elegante abrigo de entretiempo, los cuatro grados bajo cero del gélido Febrero balcánica.
Aquella bisoña concejala haría en los años siguientes una carrera meteórica como Ministra de Educación, Presidenta del Senado, Alcaldesa de Madrid, Presidenta de aquella autonomía y también del PP madrileño. Llego a ser sin duda, la mujer fuerte de la derecha española, nuestra Thatcher.
Frente a otras damas también de gran fuste, Esperanza dio siempre la impresión de estar allí, en la política, como amateur antes que como profesional. Parecía la 'chica bien' que está en política por gusto y vocación antes que por interés material. Siempre dispuesta a arrojar la toalla si las cosas no rodaban a su gusto.
No es un buen momento para el PP ni para España el que Esperanza ha escogido para retirarse de la presidencia de su partido. Con el país con un gobierno en funciones, con unas perspectivas de salida de la crisis poco claras y con un ataque frontal al PP con la clara intención de dejarlo KO. Con el Partido sometido a alta vigilancia en Valencia y en la mismísima sede central de Génova 13; con todas las facciones políticas, quizá con la excepción de Ciudadanos, buscando su aniquilamiento. E incluso con otros poderes - en especial el judicial y el informativo- aparentemente con el mismo objetivo: hundir al soldado Rajoy y a todo su equipo.
En su comparecencia pública, Esperanza dijo que durante su mandato en Madrid tuvo que nombrar más de quinientos cargos y que dos de ellos le salieron rana. Ello puede pasar -¡y pasa!- en las mejores familias pero en política, la práctica de la dimisión es más bien escasa. No nombró los cien kilómetros de metro que se construyeron bajo su mandato, los 16 hospitales y la pulcritud en que estaba nuestra capital.
Tengo la impresión, y ojalá me equivoque, que Aguirre que ha sabido aguantar a lo largo de su dilatada carrera política toda clase de ataques personales y profesionales, ha intuido que su tiempo se está acabando, que en la España que se avecina- la España plural, la de los Parlamentos desastrados, la de todos contra el PP- ella tiene poco que hacer ya que los golpes le vienen de todos lados incluidos de sus propios correligionarios, cansados de su alma liberal.
Por el momento continúa liderando la oposición en el Ayuntamiento, un cargo que también se le cuestiona apasionadamente. Y de paso se quiere aprovechar su renuncia como una señal de lo que debería hacer el Presidente Rajoy.
Hace unos años Esperanza dimitió de su cargo por razones de salud física pero volvió para las elecciones municipales y aunque las ganó, tuvo que ceder en favor de Carmena después de haber intentado hacerlo por Carmona. Creo que ahora se 'medio marcha' por razones morales y estéticas.
Ojalá estos males puedan también curarse como se curaron los físicos. No hay muchas personas -hombres o mujeres- con su valía y su coraje en nuestra política, que hayan sabido aguantar con brío accidentes de helicóptero en Móstoles, ataques terroristas en Bombay y los fríos extremos en los Balcanes. No sé si quien resistió sin inmutarse todos aquellos ataques, será capaz de soportar otro acaso más agudo: el de la cutrez. Esperemos que si, por el bien del país.






























